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Las víboras de Pano

Foto(s): Cortesía
Antonio Ávila Galán

Pano es un hombre joven, que se dedica a cuidar un rancho situado frente a la laguna Plan de los Pájaros en Loma Bonita, Oaxaca. Él es el mayoral, una persona morena y delgada, muy valiente porque no le teme, “ni a la chingada, y a nada”, así comenta. Ordeña las vacas en la madrugada, las reúne en fila india y las llama por su nombre, para que lleguen ante él para su turno: a ver tu Lupe, Martha, Sara, Blanca; oyes tú Lola no seas inquieta y enfílate bien, así les llama la atención y los animales obedecen cada vez que escuchan su nombre. Por lo general el nombre de los integrantes de su familia recae en cada una de las bonitas vacas de ordeña; de sus hermanas, primas o vecinas, ahí va de todo no hay diferencia alguna. 

“Víboras en el rancho, hay de a madre, tiene uno que cuidar al ganado que no lo chinguen, sobre todo cuando van a la laguna a beber agua, las pinches víboras las joden y muere el animal al poco rato. Existen varias clases de víboras como es la sorda, venenosa a extremo, a ésta le llaman en algunos lugares la terciopelo porque es de color oscuro y aterciopelada, en otros lugares se le llama la cuatro narices; estas chingadas son feas, tienen la cabeza ovalada y son famosas en la región del Papaloapan, consideradas las más venenosas”. 

Epifanio Rodríguez, Pano como es conocido por sus amigos; cuenta que desde niño se ha dedicado al cuidado del ganado, vaquero y ordeñador de todo clases de vacas. Hablando de las víboras comenta que el rabo hueso es un animal muy bravo, tiene en la cola un clavo como uña de gato, muerden con los colmillos y pican a la vez con la cola. 

Nuestro anfitrión y relatador de Plan de los Pájaros sigue su recuento: “La ratonera es una culebra muy brava, cuando anda alborotada muerde, esta no es venenosa, pero te pega un chinga´o susto de aquellos, también le llaman la sabanera pues habita en los llanos, esta cazadora de ratones es de color café y gris. 

“La tatuana es otra cabrona; hay dos clases de ella, una es papucha y no es brava, y la otra sí es una hija de la chingada, a esta última se le conoce porque tiene una cruz en la cabeza entre los ojos y muerde al primer instante. Claro, quién carambas va a estar fijándose si es brava o calmada, si tiene cruz en la frente o no tiene nada; al verla corre uno; la venenosa es como tornasol pues con el sol así se mira. Son grande estos animales, algunos pasan de dos metros de largo. ¡Ah! pero si vieras la súchil, esta chingada es pinta, color negro con amarillo y muy larga, pasa fácil de dos metros, hasta tres metros llega a medir, es muy brava, es la cirquera así le decía un tío mío, pues se sube a los árboles y se pasa de un palo a otro, agarra mucha velocidad, alcanza fácil una ardilla y se la come, son muy ligeras pero no son venenosas. 

“Lo que tiene la súchil que aún no venenosa, corretea al hombre y al alcanzarlo lo azota y lo madrea bien bonito, son peligrosas cuando miran de cerca a alguien, por eso los campesinos, se idearon la forma de chingarla clavando un machete bien filoso en tierra, al que le ponen un sombrero; entonces estas madreadoras, se van contra el machete creyendo que es un hombre y solitas se decapitan”. 

Pano comenta que de chamaco vivía en Tierra Alta, en esa comunidad entraba una camioneta a vender tortillas; “me mandó mi mamá a comprarlas, pero para encontrar a los vendedores tenía que cruzar una parcela; en el camino escuché un canto como de totole – así se escuchan las víboras-, al momento vi una súchil cerca del camino, como de dos metros de largo, me correteó un buen tramo, mi salvación fue que al llegar a un alambrado me pasé por debajo y tiré las tortillas, yo creo eso quería o al menos se entretuvo porque ya no me siguió el pinche animal. Lo que vino después fue una buena fiebre y el remedio en el rancho es la cura de espanto, con huevos, albahaca y alcohol. La curandera te chupa bonito los brazos y cuello para sacarte lo espantado. Varias noches soñé que veía la figura negra con manchas amarillas que me correteaba para azotarme, y las tortillas volaban por el aire entre la hierba; me despertaba llorando pues contaba con tan sólo once años de edad”. 

“Hay otra culebra llamada mano de metate, ésta es corta igual a una mano de metate, que utilizaban las señoras de antes para amasar el maíz cocido y hacer tortillas, mide cuarenta o cincuenta centímetros, es gruesa, color café; es un espectáculo verlas actuar, porque bajo los árboles se tiran desde el suelo impulsándose y al elevarse, le pegan a un jobo para que caiga a tierra y con ello se alimentan, así juegan todo el día brincando para tirar la fruta”. 

Hay muchas historias que contar con respecto a estos animales dice Pano, quien rememora que en el arroyo Jovillal ,bajo el puente el Tular, andaban pescando varios hombres con tendal, vieron una víbora grande enrollada en la orilla del arroyo, se supone que el más cabrón de ellos, un hombre de experiencia, se adelantó y agarró al enorme animal de la cabeza y la cola; la llevaba frente a su rostro con los brazos abiertos, caminó un tramo de la laguna enseñando su trofeo para demostrar su valor; se supone que por el movimiento y peso del animal el pescador se resbaló y la víbora le clavó los colmillos en la yugular, tres veces en el cuello, otro en el brazo y el último por las costilla. De inmediato sus compañeros se lo trajeron al hospital del pueblo, pero al llegar dejó de existir por el venenoso ataque de la víbora sorda. 

“Mira pariente, para no aburrirte por último te contaré que el señor Modesto, a quien conocí muy bien porque era amigo de mi papá, estaba aserrando madera en el rancho; yo observaba como hacía su trabajo, cuando de pronto don Modesto se quejó que se le había entumido una pierna y se sentía acalorado, se revisó y tenía un piquete de animal y entonces sus compañeros vieron que una víbora iba en chinga para el monte; don Modesto no sintió el punzón porque el colmillo de la víbora es muy delgadito como la espina del pescado; fue una sorda, lo bueno que a tiempo lo atendieron, pues el hospital de Loma Bonita contaba con la vacuna especial para el piquete de la víbora. No obstante don Modesto quedó varios días atontado, mejor dicho apendejado; porque no escuchaba ni recordaba las cosas que le decían, se le iba el avión al señor, esto es seña que las víboras son peligrosas y mortales por su veneno. 

“Viene a bien decirte, que tenía una vecina que era cabrona por la lengua y brava hasta el carajo, a la que le pusieron la cocoyca. Ella aceptaba con gracia el sobrenombre, sonreía con placer cuando le llamaban así, hasta que una vez preguntó qué quería decir cocoyca; de inmediato la chamaquera le contesto: Cobra, coralillo y cascabel. Reaccionó gritando: vayan todos mucho a la chingada”.