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Víctor Bravo Ahuja, hombre de luz y piedra

Víctor Bravo Ahuja, hombre de luz y piedra
Foto(s): Cortesía
Antonio Ávila Galán

Tengo muy bien grabadas las palabras llenas de regocijo de Don Víctor Bravo Ahuja en una visita que hizo al Palacio Municipal cuando al inicio de su discurso exclamó 

Tuxtepec, Tuxtepec, este corazón rebosa de alegría:

Pueblo que me vio nacer

Pueblo que me vio crecer

Yo te vengo a saludar

En su pueblo natal Tuxtepec, la llamada “Esmeralda del Papaloapan”, transforma la Escuela Secundaria Federal No. 6 situada en aquél entonces en Av. Independencia casi esquina Arteaga, en la Escuela Técnica No. 41, que funcionó donde actualmente se encuentra el IEEPO. Allí se organizaron talleres y laboratorios y los jóvenes se iniciaron con una labor técnica. Bravo Ahuja genera la escuela vocacional que pronto se transforma en CECYT y años más tarde esta se transforma en lo que hoy se conoce como CBTis, y se atrevió a iniciar en su región de origen, el gran desarrollo agropecuario a través de escuelas secundarias agropecuarias, el bachillerato agropecuario y el Instituto Tecnológico Agropecuario. 

Crea también en Tuxtepec en los años setenta el Instituto Tecnológico, máxima casa de estudios en la región de la Cuenca donde acuden jóvenes egresados del bachillerato de los pueblos ribereños de esa región. Víctor Bravo Ahuja genera la creación del Instituto Nacional Indigenista y la creación en Tuxtepec de la Normal 

Superior Regional de Educación Primaria, para 800 alumnos becados, esto fue detonante para el desarrollo de la región tanto de los pueblos de Oaxaca y Veracruz.

Se creó la Casa de la Cultura que hoy lleva su nombre en el año de 1979, con una estructura moderna para su tiempo, un amplio auditorio, diversos talleres artísticos y sala audiovisual; solamente dos o tres casas de cultura de este tipo existen en el país.

Decía Bravo Ahuja; “El sotavento es un gran llano, donde nos hermanamos los pueblos de la Cuenca baja por un lado y por el otro tenemos la gran Chinantla y la zona Mazateca. Tuxtepec es el espacio y balcón para las dos culturas, tanto para la Mazateca y Chinanteca así como la Sotaventina, ya que todo el comercio lo hacen en Tuxtepec esos pueblos hermanos”: palabras sabias y de buena audición para nuestro espíritu, pronunciadas por un hombre que supo amar a su pueblo y región.

El doctor Víctor Bravo Ahuja como impulsor de la educación pública, encendió en su tiempo para la posteridad, la enmienda de dar a su pueblo el desarrollo en el plano educativo tanto en el país, como en su estado y en su lugar de origen, y es en la región de Tuxtepec, de donde fue originario; que se le reconoce como hijo ilustre a este hombre de sueños presurosos, hombre de piedra y luz, que nos abandona para adentrarse en un mar de sueños el 2 de septiembre de 1990.

La obra de un hombre trasciende, aun cuando haya partido, tiende a dejar este magno terreno lleno de sorpresas pero también deja sus aciertos para mejores ocasiones. Todo está entendido, es un tesoro visto también con el corazón, como grano de mostaza en la fe del destino; como bien se forja un hombre. Víctor Bravo Ahuja se ilusionó en sus sueños, pero estos fueron victoriosos; persiguió lo que amó, y oyó con buena memoria lo que le mostró su destino y eso tomó, forjó ese algo y pudo trascender más allá de las delicadas fronteras donde todo es posible, cuando la dedicación y voluntad de ser enciende toda una fortaleza.

Cada dos de septiembre, el hombre de sueños presurosos, hombre de piedra y luz cumple un aniversario más de haber sumergido su alma en el espacio increíble de una paz duradera; y es que con el paso hacia la muerte, los seres humanos sólo nos despojamos de nuestro cuerpo consiente y nadamos en el cóncavo devenir de una profunda pero luminosa quimera. Algo hay más allá, que en ese espacio ya no somos capaces de volver a mirarnos unos a otros ante el enorme espejo que es la tierra; pero las obras y las experiencias quedan perennes en el tiempo, para que futuras generaciones descubran esos triunfos logrados y que sigan el curso de las obras que ese alguien echó a andar para el bien común. Seguro esas generaciones volverán a desenvolver ese hálito encendido del tiempo.

En Tuxtepec viven sus cenizas, polvo y camino de este increíble hombre, ser espiritual que sí supo lo que es vivir la vida como un juego siempre, con gran regocijo en su corazón. Espléndido diría yo, el humano que inserta la paradoja del tiempo en el confín de su espíritu; el hombre que amó con ojos de peces que diamantaron de poesía el Papaloapan.

Víctor Bravo Ahuja: Educador, Hombre de Ciencia y Político. Tuxtepecano Ilustre.

En el jardín de los sueños

crece el amor,

almendrado secreto del pueblo de entonces.

Víctor vuelve a danzar cada dos de septiembre

en la memoria de una ciudad perdida,

desvencijada con olores a nostalgia.

Entonces la muerte:

Inmaculada ocasión de la débil voz, que oficializa

la palabra homenaje.