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La barca, a siete años del desmemoriado recuerdo

Iglesia de Tuxtepec
Foto(s): Cortesía
Antonio Ávila Galán

II

Historia inicial

La historia comenta que desde el inicio del proyecto hubo voluntades encontradas, cuando el entonces obispo de la diócesis tuxtepecana Antonio Fernández Hurtado, presentó el proyecto en un evento público convocado por él y su diócesis; mostró la maqueta de lo que sería la nueva catedral, llamada La Barca, el caso de los descontentos en buena parte de la población, fue que no se debería tirar la iglesia, ya que constituía una imagen histórica de Tuxtepec, ícono en el recuerdo donde además se salvaron muchas familias en la inundación de 1944. Se sugería en los comentarios inconformes; que se respetara tal construcción tan antigua como histórica, prototipo de todas las iglesias de los pueblos hermanos de la Cuenca baja del Papaloapan y se hiciera como se procedió en la ciudad de México; que al construir otra basílica de la virgen de Guadalupe, se respetó la que ya estaba. No obstante estos argumentos, la iglesia siempre vestida de blanco del pueblo de Tuxtepec, con sus dos torres sobresalientes, como novia coqueteándole al río Papaloapan; fue sacrificada inmisericordemente. El proyecto era ambicioso, de mucho dinero, presentado en el año 2000, e iniciando los trabajos de construcción en el 2010. Hoy Antonio Fernández Hurtado ya no es obispo de Tuxtepec, desde su ausencia de estas tierras en el año 2014, pasó a ser arzobispo de la diócesis de Durango.

En su lugar llegó a la ciudad de Tuxtepec José Alberto González Juárez, quien ante este hecho tan lamentable sucedido el tres de marzo del 2016, se ha encargado junto con el abogado de la diócesis, de hablar con los familiares de los fallecidos, al igual que el responsable del proyecto y la obra desde el inicio, el arquitecto Wulfrano Barranco Gutiérrez.

Gritos, lamentos, lloriqueos por doquier, la desesperación se esparció por los cuatro puntos cardinales. En medio del ajetreo y maniobra por buscar sobrevivientes –en ese colapso de obra–, la noche llegaba y en el ensombrecido temor, los trabajadores de rescate laboraron hora tras hora, con la esperanza de no encontrar más cadáveres. Cuatro fallecidos ya era demasiado castigo del destino. Según se cuenta, meses antes un trabajador se había accidentado, problema que no pasó a mayores, pero los comentarios despertaron desde entonces; el sueño de un mal presagio.

III

Voces y Perspectivas

De acuerdo con el especialista en obras de la Ciudad de México, el Ing. Tonatiuh Balanzario (presidente de la Sociedad Mexicana de Ingenieros), al conocer el accidente de la obra de la catedral tuxtepecana, sitúa varios puntos críticos que propiciaron las fallas, afirma: “Hubo un mal diseño estructural o falta del mismo. Si el acero de refuerzo hubiera estado bien anclado a las trabes perimetrales, se tendría un asentamiento de la cimbra, pero el acero de refuerzo habría quedado en su lugar como una malla para sostener a los trabajadores. No hubo un diseño adecuado de la cimbra; además no se menciona a ningún técnico responsable de la obra, lo que hace suponer que no existía o éste no cumplió con su responsabilidad”.

Conclusión del ingeniero: “Siempre he dicho que para que un accidente como este suceda, es porque quien construye, carece totalmente de los conocimientos técnicos, y se conjuntan una serie de errores que tiene como consecuencia la pérdida de vidas. Desgraciadamente hay personas que todavía piensan que los ingenieros o arquitectos, no son necesarios en las obras y que sólo con la ayuda de un buen maestro de obras, se pueden hacer construcciones como estas”.

Queda para la historia el lamentable hecho, marea de un atardecer que despertó los ánimos de lo que se ciega de pronto y se vuelve nada; ocaso de muchas almas desorbitadas en el llanto y el asombro.

La periodista del diario Noticias de Tuxtepec, Karla Arrazola; pasando unos minutos del percance, recogió el testimonio de un ciudadano que estaba sentado en una de las bancas del parque frente a la iglesia, al cual, según comenta, ya no volvió a ver: “Estoy aquí desde antes del mediodía viendo a los trabajadores del colado, sólo cerré los ojos y pensé en esa pobre gente. Escuché gritos desaforados, pedían ayuda. Todo se nubló de repente y un estruendo acompañado de un silencio posterior invadió la casa de Dios. Cuando me atreví a mirar, abrí los ojos y entendí lo que había sucedido. Los trabajadores que se encontraban en La Barca cayeron de pronto. Un error humano sin duda, o un accidente tal vez al azar; sólo ellos saben lo que pasó”.

Los chinantecos y mazatecos por los años setenta venían cada año el 24 de diciembre a visitar la iglesia del pueblo y a la feria de los juegos mecánicos en Tuxtepec. Al llegar al pueblo, lo primero que hacían era entrar a la iglesia parroquial a dar gracias a la virgencita y a Tata Dios –así lo expresaban–, por las bendiciones dadas a su comunidad. Estos visitantes bañaban de colores con sus trajes mazatecos y chinantecos, las inolvidables fiestas decembrinas: romería de exaltadas sonrisas en el juego victorioso de la vida. Sin embargo, en un comentario de aquellos años, una mujer ojiteca presagió este dolor que hoy queremos ocultar los tuxtepecanos: “Ojalá y nunca tiren esta iglesia para poner otra, porque es nuestra casa de siempre, y porque Diosito ya tiene su hogar donde está contento y bendice a todos los que lo visitan y claro, si la tiran, Él se va a enojar”.