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El amor y la amistad

 San Valentín
Foto(s): Cortesía
Lorena Jiménez Salomón

Dice la historia y así lo rememora, que un obispo llamado Valentín tenía la buena enmienda de desposar a parejas de cristianos a escondidas del emperador romano Marco Aurelio Flavio Claudio, fue un déspota emperador que realizó una fuerte persecución contra los cristianos de aquella época, el obispo Valentín, valiente y de armas tomar, no se amilanó por las amenazas del loco emperador, diciéndoles que si no renunciaba a su prácticas cristianas, lo condenaría a muerte, y un 14 de febrero como castigo a la desobediencia de la ley fue ejecutado, suponiéndose que el acontecimiento fue en el año 271.

Esto es una versión del día de San Valentín que se oficializa en el año de 1969; y en esa forma el calendario católico establece el 14 de febrero para recordar al obispo sacrificado, quien después fue santificado y es lo que hoy ya se celebra como el día de los enamorados, el día de la amistad, y todo se encumbra al regocijo sin igual para aprovechar la ocasión de gran manera: hay los ramos de rosas, los regalos diversos, las manifestaciones musicales, de abrazos, de apapachos, de lágrimas, traslucen la cándida vida, y dada la conmemoración, las cartas de amor, los poemas y pensamientos cruzan como saeta el cielo de los enamorados de la vida y el amor.

Dice el poeta “no me hables de la flor, hazme sentir su aroma”, y algún otro exclama también coqueteando con la angustia: “Pequeña de amor, tú no lo sabes, tú no puedes saberlo todavía, no me mueve la voz, ni el ángel de tu boca fría”. Y conmemora en otro poema: “Boca de llanto, me llaman, tus pupilas negras, me reclaman. Tus labios sin ti me besan, puedes reír. Yo te dejo reír, aunque no puedas.

Y se resiente la luz del poeta y en otro lapso y otro tiempo, medita para sí: “Tu cuerpo está a mi lado, fácil, dulce, callado. Tu cabeza en mi pecho se arrepiente con los ojos cerrados y yo te miro y fumo y acaricio tu pelo enamorado”. Y es que el amor es y significa la amada calma de dos que se quieren para sí, y se unen en un solo viento apergaminado, presuroso, oleaje de pasión, más allá de los ojos que los ven en esa sombra de entrega y misticismo. 

Lo es, el amor en la ataviada y fina luz, un ir y venir que lleva el sentido de un hallazgo que rara vez se encuentra, sólo en la fusión del amor, del recomenzar por sanear nuestros pensamientos, está el verdadero sueño de la existencia.