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Elías Meléndez, un protagonista de la cultura

Elías Meléndez
Foto(s): Cortesía
Antonio Ávila Galán

“Yo enseñé a Arturo Barradas, un muchacho inquieto y dedicado y además valiente que sobresalió pronto en este ámbito de la música jaranera, formó el grupo Son del Mulato, ya asentadito el grupo de Los Parientes nos fuimos a la radio en Cosamaloapan, el jefe del grupo desde luego que era Arturo Barradas y pegamos rapidito con nuestra música y alegría; y se nos abrieron las puertas hacia otros lados. Recuerdo que en esa época enseñé a un requintista llamado Enrique Jiménez, también de Playa Vicente; fue muy bueno y sobresalió en gran manera en la música, así como Chicolín, Iván, Benito Jiménez y el Chito, excelentes jaraneros. Desgraciadamente, Enrique Jiménez murió inesperadamente y ni modo, tú ya sabes que nos morimos porque estamos vivos y algunos se nos adelantan.

“De gira por Veracruz, nos trasladamos a México, aquí en Tuxtepec conocí buenos jaraneros como don Chicho Castro y Juan Zamudio, bastante bien jalábamos en la tocada y pa´ no variar nos poníamos buenas farras. Nunca me he cansado de caminar, pero a mis 93 años, como que el cuerpo pide reposo, ya los movimientos no son tan ligeros, mejor dicho son más pesados, menos ociosos y es hora de subirse a los recuerdos y sacarlos de allí dentro donde se guardan en una cajita del alma y regalarlos a la vida; para que se conozcan que los ojos de la ciudad, son los ojos del tiempo; fina memoria que no acaba y termina por pasear en el vuelo de muchos desengaños, pero con el grito que dice que vale la pena vivir siempre la vida como Dios manda; estas anécdotas aquí están para todos a buen recaudo. La música de jarana se debe tener bien asentadita, muy fina para que se escuche chingona, acorde a una buena melodía, por eso el grupo Los Parientes viajó muchas veces a México, estuvimos en radio educación, donde los encargados me recibían –Bienvenido don Elías esta radio es suya–, –¡Caramba!–, contestaba –Házmela buena–. Yo afino una jarana y la toco, debe sonar bien, y me pregunto dónde está la mejor afinación; está aquí en el cerebro donde se escucha el rasgueo con paciencia, la armonía suena aquí en el corazón”.

El viejo jaranero al final de nuestra plática rememora que Adriana Yáñez, hija del conocido poeta Ricardo Yáñez, apareció una mañana llegada de Cuernavaca y dijo, –Don Elías vine a aprender todo lo que es la música de jarana, si usted me recibe estaré unos cuántos días a su disposición–. La muchacha traía hartas ganas de aprender; lo animoso se le veía en sus ojos, en sus gestos, en su algarabía, y no se estuvo dos o tres días, se quedó en Tuxtepec veinte días: “En mi casa amanecía, en mi casa anochecía y en mi casa aprendió bien a tocar. Admirable la constancia y voluntad de Adriana. Aprendió sones como la Llorona, la Petenera, la Bruja, las Olas del Mar que llevan afinaciones diferentes; esa fue la visita y aprendizaje de esa graciosa muchacha que me visitó un día”.

Don Elías una persona muy altruista, dispuesto a enseñar a quien se le acerca y quiera aprender, promotor cultural de los pueblos del Papaloapan, termina diciendo: “La condición para enseñar no es de paga económica, sino que ellos al aprender, también enseñen lo que saben, dar lo que tienen, esa es la ley de la vida. La existencia se nos da cada día y nada se debe retener con uno, debemos darlo todo. El universo de la música es basto, inmenso, profundo como la noche del silencio, sin atreverme a decir más, pido a la vida entera que la belleza del amor siempre nos acompañe a todos”.