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Tlacotalpan: Día de la Candelaria

Día de la Candelaria
Foto(s): Cortesía
Antonio Ávila Galán

En Tlacotalpan todos están de fiesta, es primero de febrero. La cita en la ciudad es de forma tan especial que los versos a lo divino y profano, es para una fecha tan primordial como importante para los pueblos rivereños de la cuenca baja del Papaloapan. En la llamada Perla del Papaloapan, se celebra la fiesta de la Candelaria; el 2 de febrero que es la fecha esperada.

Tradición que contagia, donde además del festejo religioso; la otra alegría es el embalse de toros en el Río de las Mariposas; Papalotl río extenso y maravilloso, antes navegable a lo largo de sus pueblos, hoy escasamente pueden surcar algunas embarcaciones; no obstante frente al pueblo tlacotalpeño, muchas embarcaciones en esta ocasión pasean en sus aguas, anunciando con inquietud que va a empezar la gran fiesta de los toros.

La gente en tierra, frente al río a lo largo de un atractivo mirador; esperan impacientes el momento de la emoción. La algarabía es la característica principal del tlacotalpeño y de miles de visitantes de la región, y de varios estados de la república, ellos vienen a celebrar la tradicional y magna fiesta.

Un tinte rojo pringa el ambiente en tierra y agua. Los fiesteros –niños, jóvenes y adultos– con playeras rojas, algunos con cuernos puestos, esperan la toreada, la embestida del animal que sueltan, y éste con bufidos desesperantes, embiste a medio mundo tirando a quien esté a su alcance y al que corra tras de él, jalándole el rabo.

De tres a cuatro horas demora el entarimado del festejo de los toros; desde la tirada de los animales al agua, hasta cruzar el río de uno al otro lado, sube este al pueblo y al hacerlo es donde empieza la correteadera y las chingaderas y medias, hacia los animales que sirven de cebada y diversión a visitantes y pueblerinos.

La Eucaristía y el rezo del Santo Rosarío; solemne fiesta de celebración donde “el excelentísimo señor obispo con su gracia divina y permiso por la santa sede; hace el milagro de la fe y da la bendición a los asistentes dentro de la iglesia de la Virgen Santa, virgen adorada y madre nuestra” –esto expresan los feligreses–.

Dentro del recinto religioso se escucha el coro de voces: “Santa patrona, madre del pueblo, patrona de la fiesta celebrada, patrona de las aguas del río de las mariposas”. La virgen recibe en esta forma en su santuario al pueblo entero y a sus visitantes; aunque la mayoría de ellos llegan entusiasmados a Tlacotalpan en esta fecha de celebración del dos de febrero, más bien por la fiesta del jolgorio y de la correteadera del toro. Ellos se desmañanan viajando de los pueblos ribereños del Papaloapan y llegan a buena hora a su destino, el visitante de otros estados hace el viaje desde un día antes. Dentro de la iglesia la misa de Eucaristía y el Santo Rosario inicia entre coros y alabanzas, entonan este día las tradicionales mañanitas. El fervor y buena voluntad se siente en el aire Tlacotalpeño, esa santa energía emana desde la misa matutina y llega a todos los puntos del pueblo, moja su música en las aguas del río Papaloapan. La Virgen de la Candelaria es el logro, es la mayor unción para el alma: Patrona que llega al corazón y da vida a quienes vienen a celebrarla, a amarla, a bendecirla con alma y espíritu.

Humberto Aguirre Tinoco, cronista de Tlacotalpan, una vez cantó estas palabras: “Este río, frente al poblado repta, palpita y avanza…es enigmático y maravilloso en extremo; como todos los ríos…el Papaloapan es excepcional frente a Tlacotalpan, amplio, cauteloso, relumbrante al medio día y aterciopelado y rielante de noche, orleado siempre de verdeantes riberas…”

Tlacotalpan, colorido pueblo que ama y canta con el arpa y la jarana, es acorde y vibrante con la musicalidad natural del río de las mariposas. La Virgen de la Candelaria es música de cuerda, canto del alma, tradición de sonidos y ritmo donde la décima y el zapateado reinan en el festejo. Más de 35 años llevan celebrándose estas fiestas sagradas eclesiásticas y aunado a ellas se realiza el encuentro de jaraneros y decimeros; músicos amantes de las raíces culturales de los pueblos del Sotavento: Oaxaca, Veracruz y Tabasco, forman un pregón bullangero de la cuenca del Papaloapan, desde Alvarado hasta Tuxtepec. En Tlacotalpan niños, jóvenes y adultos; jaraneros, decimistas y decimeros pregonaban al aire libre y a los cuatro puntos cardinales, los acordes de la jarana y el arpa; celebración de la décima tradicional y moderna llevada a cabo en la plaza Doña Marta; en ese lugar hoy todavía se agiganta la música del son Jarocho y resuena el taconeo de mujeres y hombres bailadores; reencontrándose en la cordialidad del festejo y la concordia.

Al respecto comenta la periodista María José Cabrera de un conocido diario del puerto de Veracruz: “Entre belleza y esplendor Tlacotalpan brilla con los tonos pastel de sus casas, que complementan las herrerías de los ventanales y las arquerías características del lugar, la hospitalidad de la gente, las mojigangas, los jaraneros, decimeros y bailadores de fandango”.

Sonando el son, la jarana canta. En grupos los muchachos jalan las cuerdas del instrumento y lo celebran todo. El alma de cada oyente los acompaña, es música sagrada porque viene de ahí dentro. Música improvisada, cantada, bailada, versada, arañada en el aire del buen ambiente; acompañada con jarana, guitarra, pandero, cajón de percusión, arpa, quijada y marimboles: Vida que da vida a los cantos y sones jarochos. Vida que da existencia a las fiestas de la candelaria. En este instante, ella es la patrona de todos los asistentes, ella es tlacotalpeña y hace sagradas estas fiestas tradicionales.

(2 de febrero del 2023)