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Noviembre mes del ferrocarrilero

Foto(s): Cortesía
Antonio Ávila Galán

Hace ciento dieciséis años. Tiempo de una distanciada historia, acontecimiento sucedido,
el día 7 de noviembre de 1907. La crónica comenta que en la zona norte del país; en el pueblo de Nacozari, Sonora, a las 14:20 horas tuvo lugar un lamentable suceso inexplicable e inesperado. Por lo mismo, el día 7 de noviembre, onceavo mes del año se festeja en nuestro país desde 1944, el “día del ferrocarrilero”, con ello se hace homenaje a un personaje que dio su vida para salvar a un pueblo y a la par se le hace honor y festejo a los trabajadores ferroviarios, que diariamente realizan la jornada, sirviendo a este medio de comunicación tan efectivo, que ha ido desapareciendo poco a poco.

El joven maquinista de tan sólo 26 años de edad llamado Jesús García Corona, es reconocido como “Héroe de Nacozari”, y dada la magnitud de la forma en que ofreció su vida, se le ha nombrado internacionalmente “Héroe de la humanidad”, por la American Royal Cross of Honor de Washington: honor a quien honor merece.

El joven Jesús el día 7 noviembre de 1907, se encontraba en la estación de ferrocarril del pueblo de Nacozari esperando llevar dos furgones de dinamita a un lugar llamado El Porvenir. La causa fue que el fuego del furgón de la máquina, en forma sorprendente por lo inesperado; se comunicó a otros carros rápidamente, mediando sólo minutos en que llegaría a los demás carros, sobre todo a los que estaban cargados con la dinamita que el joven Jesús García trasladaría a su destino. Hace muchos años del mencionado suceso, pero la historia marcada por la crónica del acontecer, hace actualizar la memoria en esta sociedad que todo lo guarda y lo repite de época en época.

Muy joven, Jesús García se acercó a la compañía de ferrocarril de la empresa minera de dicha comunidad y pidió que lo dejaran trabajar en ella. Ante su insistencia, le dieron el cargo de simple aguador, pero a él eso no le importaba, él había hablado con su familia, que deseaba ser útil a su hogar y ganar un sustento trabajando en la compañía ferroviaria; tanto fue su anhelo y gusto, que le echó ganas a su codiciado trabajo y en su corazón joven significó voluntad, responsabilidad y aprendizaje, como resultado fue subiendo de puesto y llegó a recibir el grado de Ingeniero de máquinas. Jesús García Corona, nunca pensó que sería protagonista de una inolvidable historia, manantial que fluye del caprichoso destino. Uno se puede imaginar que esos surcos ya están trazados en el camino del ser humano: actos de amor, donde el desamor se sepulta y toma conciencia la gran comprensión humana hacia quien se erige como un héroe: un inolvidable ser, que llegó a cumplir lo que ya estaba escrito. En esos instantes la mente sale sobrando, y emerge una luz del interior, luz anidada dentro de cada uno. Jesús García Corona al ver el peligro del fuego extendiéndose hacia los carros cargados de dinamita; percibió la consecuencia trágica que se cernía para el pueblo. De inmediato subió a la máquina 501, y la dirigió hacia donde no había ningún hogar; es decir, hacia campo abierto, y en ese instante ocurrió la explosión, fuera del alcance del pueblo de Nacozari, que no sufrió ningún daño ante esa explosión diabólica, inolvidable, cruel que cercenó oídos y alma de cientos de pobladores y trabajadores. Jesús García Corona murió fatalmente, quedó como héroe y salvador de tantas vidas, y ese hecho hoy todavía está guardado en la conciencia colectiva del pueblo de Nacozari.

La historia cuenta a las nuevas generaciones, la grandeza de un joven que entregó su vida a cambio de muchas que salvó: la vida del ser humano es compleja y engañosa, pero de pronto surge de sí mismo, una verdad que es inspirada para desenredar el desequilibrio de lo que nos pone como tropiezo el destino. Entonces emerge la verdad, la bondad, la apertura hacia la corazonada de un ser relajado y que se entrega a la confianza de ofrendar su vida por otro, para los otros; tal como lo hizo este joven de 26 años, hace ciento once años, en el pueblo que hoy lleva su nombre Nacozari de García.

Su grandeza es manifiesta y educativa, y Jesús García Corona es el nombre que llevan como un homenaje de siempre; monumentos, escuelas, calles, estadios y sobre todo su  nombre, su nombre, queda parpadeando en los vientos horizontales del mes de noviembre de cada año, en el norte del país y ese recuerdo se anida en la conciencia de las nuevas generaciones, capaz de florecer como un creativo ejemplo. Además en el horizonte magnánimo de cada pueblo del mundo.