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La crónica y otras vivencias

 ESCRITAS A MANO
Foto(s): Cortesía
Antonio Ávila Galán

Enséñanos de tal modo a contar nuestros días,

 que traigamos al corazón sabiduría 

Salmo 90:12

 

La crónica es la memoria colectiva de un pueblo. Nuestros antepasados, nuestros abuelos, son un baúl de sabiduría que hay que saberlos valorar. Ese baúl rara vez lo abrimos. Al respecto, la voz de un anciano, me ilustró con estas palabras: “las cosas buenas toman tiempo, lo grandioso sucede de golpe”. 

Siempre existe un lenguaje cotidiano de los pueblos, lenguaje cotorro, el habla del pueblo siempre enriquece, debemos rescatar ese lenguaje pueblerino y altisonante; hechos tan interesantes que suceden en la vida diaria. 

Una historia de vida no debe perderse. 

Debemos escribir la crónica sin temor de expresar el lenguaje que escuchamos a diario, el lenguaje acartonado ya pasó de moda, pasó a la historia, no se le debe tener miedo al lenguaje prosaico, vulgar, ni al coloquialismo, ni al didactismo contemporáneo. El universo actual urbano así lo exige, debemos entrarle de lleno a la crónica cultural para retratar literariamente cualquier acontecer diario.

Las crónicas que escribo no son mías, son de quienes me relatan sus vivencias, yo sólo le pongo un poco de corazón picante y dicharachero. 

El cuenqueño en su identidad, no es más que el resultado de su variedad natural que siempre le ha rodeado, lo que mira y al mirar siente que le pertenece, es un canario de su río, un pez de remanso, en esas aguas prodigiosas que observa con tristeza que poco a poco va perdiendo.

Todos debemos ser capaces de recuperar la memoria histórica de nuestro pueblo, el ciudadano tiene derecho a ello, a percibir lo que sucede cotidianamente en su comunidad con la veracidad posible, para conocer de dónde proviene, a dónde está pisando; al menos en ello debe haber justicia, me refiero al recuerdo de la memoria histórica.

Aquí en la cuenca pariente, el humor popular es un buen detonante para reírse de cualquier cosa, pasarla bien con una comunicación nada solemne, pero si con acertada camaradería y musicalidad del alma 

Cuando un anciano rememora los recuerdos de vida, es como una danza que se le manifiesta allí dentro, en su conciencia. Su cuerpo baila con el regocijo del mundo, porque en ese encuentro consigo mismo; se encuentra con lo eterno de donde proviene y a donde regresa. 

Máquina 14522, Hora de Subirse a los Recuerdos. Bajo la sombra del árbol de pochota te encuentras ahí esperando a los protagónicos de estas historias. Pero no hay más tiempo, pues una constante de incertidumbre nos baña en el discurso convincente de una visión; clamor que se anuncia por sí solo, se antoja a bebedizo o bien es idea de la iniciación sublime de una aventura que ha pasado a nuestro alrededor desde siempre; mientras fuimos niños, jóvenes, adultos o ancianos, y nos volvimos destinatarios del modo de vivir en un reiterado arañazo del recuerdo.

Los Lugares del Tiempo, son cosas de identidades y otras vivencias, pero aquí están haciendo historias, aquí frente a toda tradición que enriquece y es alegría de los pueblos, como dicen los ancianos: cosas de arrojar por la lengua lo que hemos sido siempre; miradores de una inacabada paciencia del tiempo. De lo que sucede siempre, o las fregadas y medias de dimes y diretes. En un pueblo todo acontece frente a la vista de un remolino inacabable emblema sucedido en calles y callejones, en un parquecito con niños jugando a los columpios, en un paseo por el río, o bien sucede añejos amores, que a la antigüita el enamorado preguntaba a la muchacha de ojos pizpiretos, “a qué hora sales por el pan”. Insensata culpa que sentía uno si por nuestro atrevimiento de mencionadas palabras, castigaban los padres a la muchacha. Tiempo de aquellos lares que ya no volverán. Identidad alegre que se ha perdido entre los gemidos del viento en el sotavento, entre la rica comilona de la época de la guayaba; la serena tarde mirando la llovizna de colores a lo largo de Papaloapan: mariposas, ciento de mariposas regadas por el pueblo; que como dice Octavio Paz en su poema; “coronado de si el día extiende sus plumas. ¡Alto grito amarillo, /caliente surtidor en el centro de un cielo imparcial y benéfico!”. Son las mariposas enamoradas de la tarde que cotidianamente se despiden de las labores del hombre en su canoa, bamboleando por el río, el hombre reverencia la fantasía de su alma. Son las mariposas de colores soñados despidiéndose del pueblo.