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La Canícula

Canícula
Foto(s): Cortesía
Antonio Ávila Galán

Ya llegó la canícula pariente

Cuarenta días de intenso calor 

Después de mediados de agosto

Se va la cabrona.

(A-G)

Dicen nuestros ancianos que antes eran los tiempos mejores, que no se usaba tanta medicina para los males, en primer lugar, porque no la había, y en segundo porque existía la alternativa de curarse a base de limpias de yerbas y tés, y con esto se ahuyentaban las distintas enfermedades, ni los malos aires se aparecían por las casas, porque se limpiaban con una buena sahumada. Fueron épocas de gloria, cuando la juventud, no era presa de tanto alcoholismo y droga. 

En el pueblo de antes había mucho producto con que alimentarnos, la pesca era de buen augurio, ya sea en el paso de Los Vara, por el Paso de Armadillo, o bien por el Flamenco y también en Caracol, donde la pesca del bobo, robalo y guabina, era grandiosa música para cualquier alma en pena, pero muy vivita, ya que andaba buscando sustento para los chamacos, y es de referirse a los pescadores, y no pescadores de entonces, porque cualquiera en aquellos tiempos, se compraba su cordel y anzuelo, y con la carnada de lombriz de tierra o pepezca, se conseguía una vara de cualquier rama de árbol y se pasaba las horas pescando a la orilla del río. 

Para el mes de septiembre u octubre de cada año, como disloque oportuno por tanta lluvia, el río se embarbascaba, es decir, el agua se ensuciaba en tal forma, que en la orilla del río se hacía un lodazal y los peces llegaban solos, boqueando la muerte. Cientos y hasta miles de animalitos buscaban sobrevivir y eran acaparados en las manos del pueblo, que se arremolinaba o juntaba a lo largo del río: cubetas y costales se llenaban de pescado, pues la familia entera entraba en jaque para la grandiosa tarea; como sombras escurridizas, mujeres y niños iban y venían de su casa al río y del río a la casa, para acarrear tan sabroso alimento. Es entonces que el pueblo de Tuxtepec se engalanaba de buena pesca, porque Diosito multiplicaba los peces como milagro oportuno, y el buen platillo en la mesa de los hogares del pueblo, duraba por varios días. 

Cuando no era la pesca del río, porque este crecía peligrosamente en la época de lluvia, la gente se enfilaba, hacia los platanares, la cuestión era, no dejar el estómago vacío; la chamaquera se llenaba la panza con plátano hervido y una buena olla de frijoles en caldo, o bien plátano en machuco; y las familias más desahogadas económicamente de la población, hacían el plátano relleno de queso y lo combinaban con biusito, chicharrón y otros manjares más. 

Lo bueno del cuento, que aunque nos llamen ancianos arrinconados, desahuciados, muertos en vida o muebles inservibles, puedo atestiguar que vivimos tiempos mejores, pero no por aquello que “los tiempos idos fueron mejores”, nada de eso, pero así fue, y no tiempos de la tiznada como ahora lo hacen, cuando se oye malamente en boca de algunos letrados, que la mentada canícula que inicia en julio y termina a mediados de agosto, es invento de los viejos, pero si ojean el llamado tumbaburros; ahí encontrarán que canícula es la época de calor y lluvia más intensa del año, para tal efecto se forma un vacío vaporizado y esto hace que el calor sea sofocante para el alma y huesos de las gentes. Como coincidencia en el tiempo de la canícula, es también el de la conocida fruta llamada guayaba, porque antes, en los amplios patios de las casas, se tenían dos o tres árboles de ella -tapón de chamacos y gente grande cuando les pegaba la diarrea-, y se llenaban los patios de guayaba. Todavía en estos tiempos, en algunas comunidades cercanas a la ciudad, se ve este fenómeno dichoso. Por lo mismo, como en los meses de julio y agosto no hay trabajo, tampoco circula el dinero, desde entonces le llama la voz del pueblo, “la época de la guayaba”, y es muy cierto, debido a que en esta época, aquí en la ciudad no hay zafra, los estudiantes y maestros están de vacaciones. Por lo tanto no hay derrama de dinero en la ciudad, y a esto se le agrega la temporada de lluvia y calores inmensos, y luego llega la mentada canícula que dicen que los viejos la inventamos. El tiempo malo existe y persiste y hace de las suyas. 

La canícula es el fenómeno que trae consigo la alteración de calor en la naturaleza, y por la lluvia, los veneros de los ríos se ensucian y se contamina el agua de los manantiales y pozos, entonces los peces también se contaminan y hacen daño como alimento, por eso se dice que están en veda, y por el vacío en la atmósfera que provoca el calor y lluvia, las enfermedades se intensifican y tienden a hacerse crónicas, las heridas y cortadas se infectan más fácilmente; es decir, en los meses de julio y agosto la canícula hace de las suyas, pero no es invento de nosotros los viejos, como asegura la ociosa gente de hoy, pues antes, aunque sea con yerbas o tés se curaban las enfermedades, la sabia naturaleza nos indicaba qué hacer, al menos eran pocos los gastos en curar las enfermedades y además nos alimentábamos más sanos, con agua de fruta y no con agua embotellada con azúcar adulterada, por eso habemos muchos viejos curtidos de piel y corazón, de setenta y ochenta años, sin muchas dolencias y con mucha fe para seguir viviendo, debido a que en estos tiempos, llamados modernos, a los treinta o cuarenta años de edad, se ve enclenque y matada por las enfermedades a casi toda la sociedad. Pero conste, la canícula no la inventamos los viejos, ella está allí, presente todavía cada año para hacer de las suyas. Está ahí para que ustedes la resuelvan de la mejor manera posible, a ver si son muy cabrones para evitar en el futuro este fenómeno. 

(Testimonio de don Soledad Gutiérrez.)