Conocido versador de estilo original, es bautizado por el pueblo como Taquito Rangel. Hombre moreno, menudo de cuerpo y ágil en el hablar de razones serias y sonrisa grata.
Con el tiempo, Taquito Rangel, jaranero de recuerdos complacientes, charla por las tardes con los viejos sauces del río, se vuelve popular porque el dicho y el hecho de versos blancos que improvisaba, le encantan a la gente del pueblo; no son malos, son buenos porque nacen del espíritu del hombre trabajador y amiguero; alguien capaz de mirar la claridad del día con ojo mágico de poeta cotidiano; versos que contagian su gracia al imaginativo ciudadano que, con el tiempo, hace popular la rima encontrada, rima malosa que retrata situaciones y personas populares. Taquito Rangel arremanga el hilillo de engatusadas horas de descanso, que son muchas, y empieza a jaranear “a cuanto jijo del maiz se le ponga a tiro”.
En las tardes, sentado en el corredor de su casa, en la calle Guerrero esquina 20 de noviembre, toca la jarana, arrancándole versos a la plasticidad del paisaje; el río está a escasos treinta metros, los sauces se mecen en la deidad del día. Taquito Rangel camina por las silenciosas calles del Barrio Abajo, saluda con ademán de niño contento a los vecinos que le sonríen: Al güero Ochoa, a Mundo el Carnicero, a doña Victoria Verdejo, a don Luis Lavalle, a Joel Sánchez el Topile, a Teodoro Acevedo.
Ensarapado, por las mañanas, platica con Goyo Monteagudo, bajo los sauces a orilla del río, le dedica el verso de los “Toros playeros”. Visita a su amigo Chalo el Zapatero, en la esquina Javier Mina y Libertad, lo hace todos los días cuando va a comprar las tortillas con los hermanos Solís Ocampo, solícito “invita” a comer taquitos de huevos con frijol a su amigo remendón: “Te invito, Chalo, a comer frijolitos, nomás déjame pasar a tu mesa y me sirves de lo que vas a desayunar”.
Para el mediodía, se le mira en la esquina de la casa verde, platicando con algún conocido, o sentado en una banca del parque frente a la iglesia; es testigo de la remodelación de la parroquia. En el centro de la ciudad, por la mañana, vende billetes de lotería, cotorreando con gente conocida, les gusta escuchar los versos espontáneos del poeta jaranero, quien en retajila mete la cuchara en plática ajena, y reduce a verso la apuesta que hacen dos amigos cuando observan la panza de una morena que camina por el Paso Real; ¿Panza natural o producto de tórrido romance?
Taquito Rangel, personaje singular y conocido en el pueblo por sus vivencias, alude a las costumbres, comidas regionales y disparates; bullanguero tal vez que, a veces, cuando lo quieren taimar, saca su coraje alvaradeño, patentizando la raíz ombliguera. Una vez, Lucio el Vende Pan con su vitrina en la avenida Independencia, le hace perdedizo un billete de lotería, esto es ocasión para que le reviente un verso en su propia cara al deslucido Lucio.
Los versos populares de don Eustaquio Rangel, viven en las voces de generaciones nuevas, mucho se habla de ellos y de él, pocos conocieron al encantador viejo que, en su paseo diario por las calles de Tuxtepec, lanzó sanos chistes, sonriéndole a la vida.
“¡Dios mío!, que tantos
versos mal hechos
a veces me meten en líos
pero con mi jarana
me quito esas buenas ganas
y le canto un verso al río”.
Vicente rememora las vivencias de su padre; lo que dejó a su familia, Rangel Ubieta. Don Vicente, de 83 años, parado a un lado del sillón de peluquero, platicador nato por herencia paterna, rasura a un chingo de chamacos, a diez pesos la trasquilada; es sábado, en la charla enumera a los que nacieron del versador tuxtepecano: Teresa, Andrés, Lorenzo el Galleta, conocido beisbolista, Gerardo y Delfino, cumple con Antonio y Eufrasia, sigue con Tomás y Saturnino, rematando con Aurelia y José Antonio el Socoyote.
Peregrino del buen humor, Taquito Rangel, sin vanidad y con buena honra, sin engaño ni presunción, con oficio de buen artesano, regaló a su pueblo amenidad en los decires del dulce sueño, que aquí compartimos.
TOROS PLAYEROS
Del otro lado del río
estaban peleando dos toros
uno era pinto
y el otro salió corriendo
.
MOLOTE
Al pasar por tu casa
vi plumas de guajolote
como no soy tan tonto
dije… aquí hay molote.
LUCIO
Lucio en un tiempo lució
pero hoy ya no luce Lucio
treinta pesos me costó
este pensamiento sucio.
AGUSTÍN
Me subí a un palo de jinicuile
a cortar un tacuazín
en eso pasa Agustín
y me grita ¡hay tamales!
CHALO
En verdad Chalo yo quiero
un taco de frijoles negros
de Paulina y Simeón Solís
los tortilleros.
ACLARACIÓN
Con sólo tocar la panza
queda la cosa aclarada
si está dura es criatura
si está aguada…
es cagada.
UN TACO
Árboles de la alameda
que en sus ramas dan hojas
por qué no tiran un aguacate
para echarme un taco.
EL VIVARACHO
Yo maté a quien me mataba
por eso estoy vivaracho
lo maté con frijolitos
y un buen plátano macho.
DE MAL EN PEOR
Vamos de mal en peor
no sé por qué sea eso
compré un tamal dominguero
en medio tenía un gran hueso
pero eso sí…
a cinco pesos.
TUXTEPEC QUERIDO (*)
Adiós Tuxtepec querido
de tus riberas me alejó
me voy porque estoy jodido
más no porque sea pendejo.
EL ALBAÑIL
Un albañil se cayó
de la torre de la iglesia
nada le pasó en los pies
porque cayó de cabeza.
DON PANCHO
Si eres pobre vive en rancho
cuando te cases no hagas boda
como lo dijo don Pancho
el que sea pendejo que se joda.
LA LOTERÍA
Cómo me da vueltas la cabeza
por la mentada rueda de la fortuna
tanto billete de lotería
he repartido sin causa alguna
(*) TUXTEPEC QUERIDO
Versión de “Taquito Rangel”