Pasar al contenido principal
x

Día de Muertos, tradición que enriquece

Los huehuentones de Huautla de Jiménez, danzan y cantan para recibir a los muertos.
Foto(s): Cortesía
Antonio Ávila Galán

En la Mazateca Alta está Huautla de Jiménez, tierra de la sacerdotisa María Sabina, la madre de los hongos, la que fue indiferente a la muerte de otros miedos, pero se enfrentó al destino de mirar gritos ocultos en rostros llenos de incienso. A muchos les enseñó el verdadero sendero, el del sueño y el relámpago, el de la identidad del alma; ociosa flor que emergió entre los bendecidos hongos de su tierra, mis angelitos, mis niñitos decía ella. En Huautla hacen la gran fiesta del día de muertos, tradición tan colorida que se celebra con gran regocijo cada año, también en la sierra Mazateca Baja, como es San José Independencia, comunidad situada dentro del vaso de la presa Miguel Alemán, donde desde el día 27 de octubre se inicia la preparación de los huehuentones; jóvenes, niños y señores se preparan para la danza, la gran fiesta de bienvenida a los que se fueron antes que nosotros. El vestuario que utilizan para danzar es calzón y camisa de manta, huaraches, y a veces andan descalzos; todas estas personas bailan al ritmo de una música especial y alegre, utilizan una máscara que hacen con jonote de madera; máscaras que representan diferentes personalidades, ya sean hombres de mayor edad, también jóvenes, adultos blancos y barbados.

En San Pedro Ixcatlán, se representa el Toxo-o, en este pueblo los difuntos son llamados con el toque de campana 24 horas antes del día de muertos, se les empieza a dar un buen recibimiento: “Te canto padre, te canto abuelo, te canto madre, hermana, vecino, en todas partes te canto. Bailo el Toxo-o aquí en la tierra, danza que nace en la raíz de mis pies, sobre la pesada piedra. El Toxo-o también se baila en el cielo, en el infierno, en el espacio perdido de acantilados sin sombras, mordiendo el borde de lo divino”.

Todos Santos es una memorable fiesta de Usila, celebración anual de los chinantecos, se llenan de regocijo para recibir a sus muertos. Usila es un pueblo que ha sabido preservar la tradición de los altares. La muerte para ellos es una transición, donde viaja la materia de la tierra y el espíritu está presente, porque regresa a convivir en silencio absoluto con sus familiares vivos. Se tiene la firme creencia que los que murieron ya no sufren, pues se despojaron de su vestimenta de materia y ahora son sólo esencia. En Usila la mayoría son católicos, veneran a sus muertos; al asistir al panteón a estar con sus fieles difuntos, los chinantecos no sólo lo hacen con la tradición de ser, sino con la frecuencia de demostrar un amor verdadero hacia la vida. El usileño tiene la creencia de que sus familiares llegan de la otra vida a visitarlos, y de donde vienen, transforman en infinita luz su propia conciencia.

Usila es un pueblo de Dios, porque ellos bendicen a la naturaleza y esta les devuelve en riqueza espiritual las bendiciones el día dos de noviembre; en tal fecha se reúne el pueblo en el panteón municipal, con la asamblea de ancianos, las autoridades municipales y la banda de música; en esos momentos el sacerdote de la parroquia pasa y repasa los nombres de los usileños muertos, y les pone lista de asistencia ante un gran silencio lleno de bondad, paciencia y arrobamiento. El coro musita el canto terrestre y el sacristán se adelante al micrófono, e inicia la lista de nombres de los que algunas vez moraron en la materia y ahora sólo nos visitan en alma y espíritu: “Federico Medinilla, Petrona Lucia, María Lorenza, Apolonio Agustín, Camelia Merino, Petrona Azamar… benditos sean, benditos sean”.