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Porfirio Díaz ¿Ángel o Demonio?

Porfirio Díaz
Foto(s): Cortesía
Antonio Ávila Galán

Tecoac se ubica en el municipio de Huamantla Tlaxcala, donde el 16 de noviembre de 1876 se libró la gran batalla, la ganó Porfirio Díaz enarbolando los principios del Plan de Tuxtepec. Los tuxtepecanos, valientes chinantecos en su mayoría, después de este triunfo hacen acompañar al futuro dictador ocupando este la ciudad de Tlaxcala. Entre balas y vertientes de voces de triunfos, sangre derramada, cantos de victoria, el Plan de Tuxtepec abanica la anécdota mayor que hace el regocijo de Porfirio Díaz como todo lo quería hacer bien el llamado Caudillo de Tuxtepec; convocó a elecciones que ganó indudablemente, y tomó posesión como Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos el 5 de mayo de 1877, donde en el inicio de su gobierno, pregona paz y progreso.

El hombre como gatito fiel y meloso, perrito moviendo la cola para que lo apapache su dueño, una vez acomodado como animal que es, se vuelve más fiel y amoroso con su amo; el hombre-político a diferencia de aquel una vez que consigue lo que quiere del pueblo, lo traiciona y ningunea. Es así que marca la historia, que el ingreso al gobierno de Porfirio Díaz, fue por el principio del Plan de Tuxtepec redactado a fines de 1875 y proclamado el 10 de enero de 1876 en la villa de Ojitlán. El Plan de Tuxtepec toma fuerza sin duda porque proclama la NO REELECCIÓN, principios que a partir de 1884 Porfirio Díaz mandó al carajo y sube a la silla presidencial y hasta allí termina el gobierno de Tuxtepec. Después ya nadie se acordó de Tuxtepec, de aquellos revolucionarios valientes del estado de Oaxaca como son los tuxtepecanos y juchitecos, veracruzanos, poblanos, tlaxcaltecas, hidalguenses; que con valentía ofrendaron su vida para que México tuviera un buen gobierno y fueron leales al general Porfirio Díaz, pero este cuando sube a la silla presidencial, mando al carajo a todos los revolucionarios que estuvieron con él, aguerridos hombres de gran talante, en Huamantla, donde fue la lucha armada.  Actualmente se escucha en el cantar de los viejos, que en ese histórico pueblo, quedan para revivir la salvadora batalla de Porfirio Díaz, los bisnietos y nietos de aquellas gentes valerosas, que atestiguan y enarbolan todavía al pueblo, desde luego que para muchos de ellos, no fue engaño, fue triunfo, fue sabor a esperanza, aunque el llamado caudillo de Tuxtepec como le decía José Vasconcelos, traicionara el documento gestado en Ojitlán y firmado en el pueblo de aquel entonces, de calles polvorientas y lleno de palmeras, situado al pie de un interesante río cristalino lleno de peces: Tuxtepec.

Porfirio Díaz sale al exilio a fines de mayo de 1911; el siglo XX, cronológicamente comenzó en 1901, zarpó al extranjero en el vapor Ipiranga, con su esposa Carmelita, dicen que esa despedida en el muelle del puerto de Veracruz, fue crucialmente romántica para el viejo dictador, porque el pueblo lo estaba aclamando, él no quería salir a despedirse, vio Porfirio Díaz como el pueblo desbordó en aplauso, se desbordaron lágrimas, se desbordaron adioses y agitadas manos y entonaron por última vez para el caudillo de Tuxtepec, el Himno Nacional.

 La Europa Imperial con la que México había establecido relaciones, lo recibió con los brazos abiertos, como un verdadero héroe, llamándole uno de los últimos héroes románticos del siglo XIX. De allí el país, cae envuelto desde entonces en una gran revuelta, porque  Porfirio Díaz con mano dura y severa con que gobernó, mantuvo al suelo mexicano en paz y concordia, pues no había asaltos, no había robos y estableció el viejo dictador que funcionario que fuera sorprendido saqueando las arcas del pueblo, sería fusilado y esa honradez la demostró con creces, porque ninguna riqueza se llevó consigo al exilio; él no robó como allí empezó el pueblo a ser saqueado por sus gobernantes, hasta la actualidad. A 112 años de distancia en que empezó la revuelta, en esta forman atestiguan y aseveran muchos viejos sabios de aquí de la región tuxtepecana, que pregonan gran romanticismo por Porfirio Díaz.

Por lo mismo; a más de 100 años que se llevo a cabo la llamada Revolución Mexicana, es bueno contribuir diciendo, que no se celebra tal revolución, porque nunca la hubo, Francisco I. Madero el tibio revolucionario,  blandito como el pan, no supo llevar sus ideales a la práctica. Pecado y aparte, y su debacle, fue que dejó ir al caudillo de Tuxtepec al exilio, sin tomarle siquiera cuentas de más de 30 años que gobernó el país, por ello y hasta la fecha, México es un país sin revolución que celebrar, porque realmente no la hubo, y se puede afirmar, fue sólo un suceso de revuelta, por lo mismo todavía se sigue esperando la justicia, se sigue esperando el buen gobierno, se sigue anhelando que volvamos, como atestiguan los viejos; a un estado de paz y concordia, no de gente abusivas explotando al pueblo. La historia es esa; mentira o verdad, cierto o incierto; Porfirio Díaz a 112 años que salió del país, con el olvido de su Plan de Tuxtepec, nos preguntamos: Porfirio Díaz, ¿Ángel o demonio?