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El poeta Francisco Aguirre Beltrán

a imagen de Paco Aguirre Beltrán, plasmada en el emblemático museo y casa cultural de Otatitlán.
Foto(s): Cortesía
Antonio Ávila Galán

Duele cuando nos dejan

bello acontecer

en Otatitlán Veracruz

El Santuario.


Don Francisco Aguirre Beltrán, don Paco, como le conocían nació un 19 de octubre de 1899, en este bello acontecer que es Otatitlán Veracruz, el Santuario. El doctor, maestro y poeta deja a su siempre querido pueblo natal en septiembre de 1984.

Hombre de duración y tiempo perenne, en lo que él hizo siempre con mucho amor, su poesía, fascinó con sus versos en cada poema, en cada lugar del espacio de su Santuario de nacimiento, al pie del Cristo Negro. Encantó con sus versos también la región entera de los pueblos al margen del río Papaloapan, vibraron de intensidad en sus cálidos vientos, y sus versos trascendieron los milagros del Sotavento y Paco Aguirre Beltrán fue conocido y reconocido en su grandiosidad de encanto, perfume, caricia, beso y trino como un mensaje de abril en el país entero. Rememorando su poema: “Hay un rumor de tórtolas en el ramaje espeso. / En las praderas húmedas hay profusión de flores”.

Pero no podemos dejar de nombrar ese interesante poema donde don paco, percibe a flor de piel la raíz esencial de la cuenca del Papaloapan, en su poema Requinto: 

Toca, requinto, tu canción costeña

y que salte la Bamba en tus bordones 

mientras los breves pies de una trigueña

bordan los arabescos de tus sones 

Toca, toca, requinto. Ella es tu hermana

deja que te acompañe la jarana

y borde un balajú para su pena;

toca, y que cante el trovador costeño

un dulce cascabel para su sueño 

y que se queje en tus cuerdas la Morena 

Don Paco vive un mundo con sentido de sueño y canta las penas y alegrías. Se merece un inolvidable homenaje el que hoy no está como hombre, pero está aquí con nosotros como espíritu “épico de noble caballero”. Como lo dijo en unos versos su amigo poeta Guillermo Cházaro Lagos: “¡Con el río caudal del sentimiento!, yo te amo”. El soneto canta: 

A ti Paco, dilecto del Dios febo 

sigo el rastro espacial en el planeta

Y termina:

¡En este bravo corazón te llevo!

Así es Don Paco, como yo le llamo, retomo los versos de Cházaro Lagos: ¡En este bravo corazón te llevo!, porque si de recordar se trata acaso; olvido fácil para mi pensamiento y comunión, cuando a finales de 1983 en el mes de diciembre, hubo ese encuentro en su hogar, me recibió alegre, vivaracho, amable: “Bienvenido muchacho, vamos a caminar juntos por la memoria del río, de nuestro bello río”. Encuentro breve y profundo, para la revista La Gaceta de Tuxtepec, que hacíamos con buen esfuerzo. Posamos para la foto, de eso hace 36 años, parece ser, hace unas horas; apenas fue ayer. Un espacio ardoroso de poesía de canto, de danza, los dos enchamarrados por el frío del invierno, el maestro de gran estatura, con lentes que semejaban un rostro más que intelectual, visionario; a boca e´jarro le dije: Porqué Morena, cuénteme de ella, esa historia que le impactó y emergió de su corazón el gran poema, por ella, cuénteme don Paco. 

“Esas alegres mañanas, cuando en el parque nos veíamos y yo le cantaba mis versos y yo la miraba con la mirada enamorada, emocionado”. Don Paco en esa mañana del encuentro entre él y yo, leyó Morena, ávido escuché esa voz cálida, y profunda del maestro poeta; y aquí ilustramos unos versos.

Morena, Morena

este día he brindado por ti

¡me da tanta pena,

me da tanta pena, morena,

pensar que te olvidas de mí!

Hace muchos meses

hace muchos meses, 

que bebo queriendo olvidar

pero no es voluntad del destino,

y a pesar del ajenjo y el vino,

te recuerdo más. 

Calló la voz de don Paco: ¡La recuerda usted! Mirando con esa luz vivaracha de sus ojos, escuchando el ajetreo de trastes que su esposa hacía en el quehacer del hogar. Dijo: “Los recuerdos no se olvidan, son los que te hacen vivir un presente siempre inolvidable, mis cálidos versos que ella escuchaba con gratitud, en una banca del parque, al instante huían, huían con las horas y así se fue ella; claro que una mujer llama al varón todo el tiempo, nos calma y nos vuelve como un ser mágico que todo lo puede, pero cuando nos deja, nos hacemos vulnerables”. Así fue el encuentro con don Paco, y recuerdo su enseñanza: “Nos calma, nos calma la mujer y hay que saber amarla”, como él lo hizo, aunque duele cuando nos dejan. Qué valor tienen al dejarnos. Como dice Octavio Paz en uno de sus poemas:

La inmensa copa desbordante

donde beben los soles

en una entraña aérea

las semillas

se abren.

Don Francisco Aguirre Beltrán, abrió sus entrañas como la semilla que se abre y florece, el amor para siempre.