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Día de muertos, tradición que enriquece

Foto(s): Cortesía
Antonio Ávila Galán

  Todos santos, fiesta tradicional y cultural

                                        riqueza espiritual de los pueblos Chinantecos y Mazatecos

                                                                         Región de la Cuenca del Papaloapan.

La tradición de celebrar el día de muertos en nuestro país, es un quehacer de gran magnitud en estas fechas, sobre todo dada la importancia que reviste la rica manera en que el mexicano la celebra en las comunidades del país. Goza con esta manera de ser y hacer las cosas y se refugia en su alma imperecedera en estos menesteres, para festejar a sus fieles difuntos. Tradición que inicia el 31 de octubre con los santos inocentes y culmina el primero y dos de noviembre a tambor batiente. En nuestra región se realiza el festejo a la manera de hacerla de cada comunidad y se enriquece con el apego y amor de organizar los altares para sus muertos; llenándolos de coloridos papeles, frutas diversas, flores de cempasúchil y el mole que nunca falta; frijoles fritos, el plátano, la yuca, el camote, el tejocote y otros manjares muy propios de la comunidad misma, no obstante la cercanía entre los pueblos, en el estado de Oaxaca, la forma de los altares cambia, incluso sus creencias, esto es lo que hace rico en belleza a las comunidades oaxaqueñas, y desde luego es la misma tónica de los pueblos de la Chinantla y pueblos mazatecos; de nuestra región del Papaloapan.

Contrario a estas tradiciones del día de muertos, que constituye una celebración y magia en el encanto para recibir a las almas que están en otros planos, o que ya se fueron del mundo físico; vemos en el festejo de Halloween que despiadadamente se empieza a arraigar en las diferentes ciudades y regiones de nuestro país. Habría que hacer un alto, ponerle un freno a este manto sombrío que quiérase o no inicia a empañar la visión de tomar conciencia en tan ricas que son nuestras tradiciones. No se le puede poner una muralla, aunque sería un error aceptarla como una manifestación cultural más, pero se debe tomar conciencia del daño que hace a la tradición cultural de celebrar el día de muertos; a la manera de cómo lo heredaron nuestros ancestros.

Halloween es una tradición que no es nuestra, es algo ajeno a lo que somos, ajeno a nuestras raíces culturales; tan es así que los orígenes de Halloween se remontan a los siglos VI y VII antes de Cristo, cuando sacerdotes paganos llamados Druidas, celebraban el año nuevo el primero de noviembre y se hacía una fiesta la noche anterior en honor al dios de la muerte. Esta fecha marcaba el inicio del frío, la oscuridad, decaimiento; el invierno estaba asociado con la muerte del ser humano. En esa fecha el dios Shamaín, dios de la muerte, tenía autoridad sobre el mundo de los muertos, y durante la noche del 31 de octubre, las almas regresaban del más allá a visitar a sus familiares. La antigua creencia llegó a nuestro país y empezó a formar parte del folklore autóctono. La calabaza agujereada tiene su origen en los países escandinavos como Escocia y Dinamarca y luego regresó a América.

Es importante preservar nuestras tradiciones tan arraigadas en el país sobre todo en el sureste, ya que constituyen la riqueza espiritual de la comunidad: el espíritu es un valor que cada quien trae consigo, regocija el alma en toda una convivencia de vida. Es la razón de la existencia de los naturales de la región, por lo mismo en estos días de la celebración de Todos Santos, día de muertos; las regiones que celebran en gran festejo la mencionada tradición, son visitadas por gente de las ciudades, y los originarios de tales regiones que viven fuera de su comunidad regresan a festejar dicha celebración; en esta forma se puede mencionar a lugares cercanos a Tuxtepec como Chiltepec, famoso por sus concursos de altares; tradición que no se pierde y que ellos comentan: “Las autoridades han tomado tan en serio la tradición que la respetan como debe ser y han realizado durante mucho años un certamen de altares”. La familia Montellanos Yescas, de este municipio, quienes se han ganado durante varios años el premio al mejor altar; dicen al respecto: “Los altares los hacemos con palmita, esta es la palma de chicalito, se amarra con majagua que se forma con nueve escalones, cuyo significado son los días de rezos que debe recibir el difunto desde que voló su alma al cielo; hay familias que sólo ponen tres o cinco escalones”.

En la Mazateca Alta está Huautla de Jiménez, tierra de la sacerdotisa María Sabina, la madre de los hongos, la que fue indiferente a la muerte de otros miedos, pero se enfrentó al destino de mirar gritos ocultos en rostros llenos de incienso. A muchos les enseñó el verdadero sendero, el del sueño y el relámpago, el de la identidad del alma; ociosa flor que emergió entre los bendecidos hongos de su tierra, mis angelitos, mis niñitos decía ella. En Huautla hacen la gran fiesta del día de muertos, tradición tan colorida que se celebra con gran regocijo cada año, también en la sierra Mazateca Baja, como es San José Independencia, comunidad situada dentro del vaso de la presa Miguel Alemán, donde desde el día 27 de octubre se inicia la preparación de los huehuentones; jóvenes, niños y señores se preparan para la danza, la gran fiesta de bienvenida a los que se fueron antes que nosotros. El vestuario que utilizan para danzar es calzón y camisa de manta, huaraches, y a veces andan descalzos; todas estas personas bailan al ritmo de una música especial y alegre, utilizan una máscara que hacen con jonote de madera; máscaras que representan diferentes personalidades, ya sean hombres de mayor edad, también jóvenes, adultos blancos y barbados.

En San Pedro Ixcatlán, se representa el Toxo-o, en este pueblo los difuntos son llamados con el toque de campana 24 horas antes del día de muertos, se les empieza a dar un buen recibimiento: “Te canto padre, te canto abuelo, te canto madre, hermana, vecino, en todas partes te canto. Bailo el Toxo-o aquí en la tierra, danza que nace en la raíz de mis pies, sobre la pesada piedra. El Toxo-o también se baila en el cielo, en el infierno, en el espacio perdido de acantilados sin sombras, mordiendo el borde de lo divino”.

Todos Santos es una memorable fiesta de Usila, celebración anual de los chinantecos, se llenan de regocijo para recibir a sus muertos. Usila es un pueblo que ha sabido preservar la tradición de los altares. La muerte para ellos es una transición, donde viaja la materia de la tierra y el espíritu está presente, porque regresa a convivir en silencio absoluto con sus familiares vivos. Se tiene la firme creencia que los que murieron ya no sufren, pues se despojaron de su vestimenta de materia y ahora son sólo esencia. En Usila la mayoría son católicos, veneran a sus muertos; al asistir al panteón a estar con sus fieles difuntos, los chinantecos no sólo lo hacen con la tradición de ser, sino con la frecuencia de demostrar un amor verdadero hacia la vida. El usileño tiene la creencia de que sus familiares llegan de la otra vida a visitarlos, y de donde vienen, transforman en infinita luz su propia conciencia.

Usila es un pueblo de Dios, porque ellos bendicen a la naturaleza y esta les devuelve en riqueza espiritual las bendiciones el día dos de noviembre; en tal fecha se reúne el pueblo en el panteón municipal, con la asamblea de ancianos, las autoridades municipales y la banda de música; en esos momentos el sacerdote de la parroquia pasa y repasa los nombres de los usileños muertos, y les pone lista de asistencia ante un gran silencio lleno de bondad, paciencia y arrobamiento. El coro musita el canto terrestre y el sacristán se adelante al micrófono, e inicia la lista de nombres de los que alguna vez moraron en la materia y ahora sólo nos visitan en alma y espíritu: “Federico Medinilla, Petrona Lucia, María Lorenza, Apolonio Agustín, Camelia Merino, Petrona Azamar… benditos sean, benditos sean”.