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24 y 25 de diciembre, fiesta del pueblo

Foto(s): Cortesía
Antonio Ávila Galán

I

Diciembre llega con sus posadas y Tuxtepec se engalana de colores. Vistoso aquel pueblo de siempre, aquella razón de cierta tradición majestuosa de los pueblos de la cuenca del Papaloapan. En estos eventos tradicionales nos parecemos todos, a semejanza nos hermanamos. El son jarocho es armonizado con el arpa y la jarana. Fotografía de la memoria que hace vistosa la enramada con el entarimado. Los bailadores espontáneos sin remilgos o aspaviento, sin invitación alguna como buenos fandangueros, hacen la fiesta a su manera; total es el momento de celebración del alma, el cuerpo y el espíritu; no importa si es de día o de noche, para el motivo sólo es necesario que alguien con una jarana se acerque por el lugar e inicie a rascarle la panza al instrumento; de inmediato se desgranan las notas de las cuerdas al son de rimas y décimas. Una dama con gardenia prendida a su cabello; graciosa y coqueta al pie del jaranero, inicia el fandango.

La fiesta jarocha empieza su largo peregrinar. Ya sea que haya tarima o no. No interesa si es piso de tierra o pavimento. El fandango prende a la gente que se amontona, se arrima, se junta, se arrejunta, se repega; porque a cielo abierto, la melodiosa jarana con sus mágicos sonidos, circunda el espacio y llegan a los lugares más lejanos.

Agua que llora y se pierde

es el río

Agua en los ojos del viento

es el río

El son de la jarana se extiende

en la lejanía.

El cuenqueño en eso se asiste y se entusiasma, en la nota sabrosa y hermanada del son y la décima que se pasea por la ribera del río.

II

En diciembre la rama es la tradición. Este verde canto arropa a niños, jóvenes y adultos. Fácilmente se consigue en el día un vástago de cocuite o de otro árbol, y entre vecinos, hermanos y primos forman el grupo fiestero y la dichosa rama es adornada el día 16 de diciembre con faroles y vejigas de colores. Una pomela agujereada con una vela en el centro sirve de guía al grupo cantor, le da vida a la rama y en conjunto de seis a diez personas, visitan casa por casa en las calles y avenidas del pueblo, entonando el canto contagioso:

“Naranjas y limas / limas y limones/ más linda es la virgen/ que todas las flores”.

A final del alegre coro piden su aguinaldo en la misma forma:

“Denme mi aguinaldo/ si me lo han de dar/ que la noche es corta/ y tenemos que andar”.

Por hábito y carácter abierto del tuxtepecano, alguien de la casa sale a recibir al grupo de jóvenes y depositan unas monedas al botecito que trae el grupo como alcancía, y escuchan el canto de agradecimiento:

“Ya se va la rama muy agradecida/ porque en esta casa fue bien recibida”.

En ocasiones, en algunas casas habitan familias que no son de la región y no reciben a la rama, ignorándola y el coro de despedida no se hace esperar:

“Arriba del cielo/ está un palo hueco/ por donde se asoma/ la esposa del teco”. 

O en su caso entonan el canto:

“Ya se va la rama/ por todo el alambre/ porque en esta casa/ están muertos de hambre”.

En esta forma se celebra diciembre y sus posadas en el viejo Tuxtepec.

III

El día 24 de diciembre, día mayor previo a la navidad, el pueblo recibe por la mañana de ese día a los hermanos de los pueblos chinantecos y mazatecos. Vienen a su fiesta de cada año, es de ellos Tuxtepec; invaden las extensas avenidas y se instalan alrededor del parque Juárez. De inmediato como fieles devotos, visitan la iglesia donde sus oraciones en silencio hacen una plegaria a la virgen de Guadalupe y al niño Dios.

Están presentes en cuerpo y alma para manifestar su fe y amor, por haber llegado con bien a este lugar sagrado de su pueblo de origen. Salen de la iglesia al parque Juárez, y se entusiasman con los juegos mecánicos; muchos de ellos dejan a un lado a su compañera y se suben a los caballitos. Como niños ociosos juguetean con los animales mecánicos que montan. La mujer siempre atenta, sumisa, celebra el atrevimiento inocente de su marido: La rueda de la fortuna, el pulpo, la silla voladora y los caballitos; esos juegos son de ellos, sin embargo, para tener derecho a este agradable pasatiempo, se tuvieron que joder el alma un año en el trabajo del campo, por eso están aquí con su familia gozando a plenitud la vida.

Por la tarde las carpas donde se venden bebidas de toda clase, animadas por artistas al son de la música del mariachi, están llenas por estos personajes que nos visitan cada año; toman cerveza a morir, se madrean entre ellos, gritan mentando madre a diestra y siniestra, pero a su lado la mujer siempre cuidando al hombre, cargando en el hombro a sus hijos en el manteado típico que usan en su pueblo.

Por la noche a la hora del baile es otra historia; el hombre está hasta las chanclas de tomado, jala a su mujer y con ellos se llena el quiosco del parque Juárez. La fiesta es de su propiedad, no tienen que pedirle permiso a nadie. El ritmo de la marimba orquesta de Juan Silvia o de Ernesto Castillo, engalana la noche para el hermano llegado de Ojitlán, Usila, Ixcatlán, Jalapa de Díaz, Valle Nacional y otros pueblos. Este es el gozo de su existencia, vivir la vida plenamente; nada de borracheras a medias. Nada de bailar a medias. Nada de pelearse a medias; para dicho protagonista todo es completo o nada. Lo que sí es seguro que la cárcel del pueblo situada frente al parque Juárez, en esos momentos está lleno de chinantecos y mazatecos; pero como siempre la esposa sumisa, la diosa de la ternura y bondad; en el corredor de la cárcel espera la noche entera, a que el marido salga del bote al otro día temprano, desde luego pagando una pequeña cuota al señor alcaide, quien es el encargado de tan honorable enmienda.

IV

El 25 de diciembre, ya sin visitante alguno; el día y la noche es de los tuxtepecanos. El son de la jarana nunca falta, el fandango frente a la iglesia y al parque Juárez es beneplácito de los pobladores. Al mismo tiempo en el quiosco se celebra el tradicional baile, tocando una marimba orquesta mejor reforzada con instrumentos para la ocasión; con ella suena el buen ritmo del danzón. El sereno de la noche se alegra con la melodía tropical de la cumbia y el mambo.

La ciudad entera pasea alrededor del parque, todos se saludan, todos se conocen en el pueblo: el comerciante, el banquero, el albañil, el pescador, el peluquero, el zapatero, el herrero, el boticario; no hay discriminación alguna, aún la clase pudiente, los de “la alta” –dicen en el pueblo–, también caen en cuenta que todos somos tuxtepecanos y que este día 25 de diciembre es regocijo para el pueblo: visitantes, vacacionistas y gente en general, llegan a nuestra región y ciudad y de pronto se aparecen en medio del festejo de navidad y fin de año. Somos en ese momento todos de Tuxtepec; inolvidable y duradera memoria de esta crónica del pueblo.