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Nueva versión de 'Candyman' retrata el terror moderno

Candyman
Foto(s): Cortesía
Lorena Jiménez Salomón

Existe una leyenda urbana que dice que si repites el nombre Candyman en voz alta cinco veces frente a un espejo, invocas a un asesino con un garfio en la mano. Después de ver la película con el mismo nombre, dirigida por Nia DaCosta, nunca más te sentirás tentado a hacerlo. Incluso puede que no quieras volver a comer nada dulce de nuevo.

Cerebral, política y cruda, Candyman, que se estrena el viernes en cines de Estados Unidos, es una adición valiosa al catálogo de thrillers sociales destacados creados por Jordan Peele - escritor de la cinta- junto con la marca de un impresionante paso para la directora DaCosta, que sólo tenía una cinta independiente a su nombre: el elogiado drama sobre un crimen Little Woods.

Candyman es una película de terror inusual que se desarrolla en los apartamentos de lujo y el arrogante mundo del arte en Chicago. Desde ahí los coguionistas DaCosta, Peele y Win Rosenfeld analizan la gentrificación, la brutalidad policiaca, la autenticidad, los mitos y la identidad negra.

La película es protagonizada por Yahya Abdul-Mateen II en el papel de Anthony, un artista gráfico que lucha por estar a la altura de su fama como "la gran esperanza negra de la futura escena artística de Chicago". Él y su novia, la galerista Brianna (Teyonah Parris), viven una vida de riqueza y privilegio, bebiendo vino moscato en su brillante duplex.

Los cineastas usaron marionetas de papel fabulosas para contar aspectos del pasado y tienen un motivo recurrente de abejas y espejos. "Candyman" se va tornando cada vez más sucia, pasando de relucientes encimeras de granito en cocinas ventiladas y elegantemente iluminadas a proyectos sucios, embarrados y llenos de grafitis.

Hay varias escenas impresionantes, incluyendo cuando la cámara se aleja de un apartamento de lujo de noche mientras una mujer en él lucha con el asesino, y una en un baño de niñas que es aterradora por los fragmentos que no muestra. 

DaCosta es capaz de hacer que una caminata por un corredor moderno y bien iluminado sea espeluznante. Este es un cine con aplomo e inteligente. Hay una escena impactante en la que Candyman imita los movimientos de su presa y en un elevador gotas de sangre crean su propio horror dentro del horror.

La nueva pasión de Anthony para usar a Candyman como combustible para sus pinturas — "Me siento muy conectado a esto. Nunca me he sentido tan enfocado antes", le dice a su novia — lo hace caer en la locura y en su propio pasado, desenterrando secretos y destinos.