CRONISTA: ANTONIO ÁVILA GALÁN
Leer un libro es entrar a un mundo diferente al que vivimos, es sumergirse en el ámbito imaginario de la otra historia, y eso te permite enriquecer tu propia imaginación y conlleva a una debida creatividad.
Mucho se ha criticado al respecto, de que millones de mexicanos en edad de la lectura leen escasamente un libro, dos, tres libros. Sin dudad eso indica la pobreza hacia esa disciplina en que estamos sumergidos, y es cotidiano verlo en los diferentes grados de estudio, como es en el nivel básico, medio superior y superior donde actualmente a los muchachos difícil es verlos leer un libro; generalmente leen textos vagos en el celular, computadora e internet. Socialmente los muchachos están aislados, su única convivencia es el material electrónico, es su guía, es su patrón de vida, es su interés general, y la convivencia familiar pasa a segundo o tercer término.
Generalmente los muchachos con este sigilo de costumbres en tales pasatiempos; sienten ciertas depresiones en un mal carácter, en mensajes vanos que reciben de otros usuarios, y caen fácilmente en el estrés, de no sentir que son ellos mismos los que se están hundiendo en una forma nueva de convivencia diaria. La soledad se convierte en su enemiga, en su demonio, en su trituradora espiritual.
Por lo general en estos tiempos, no sólo los jóvenes sino los adultos hemos caído en creernos placenteros con los mensajes de buenas nuevas; de amor y bondades, de frases diversas, que son realmente palabras buenas en un ámbito cultural en el cual vivimos, pero que las leemos y al instante las calificamos como “buenísimos consejos, excelentes frases, palabras positivas”, etc. Y estos son los celulares y computadoras con este tipo de mensajes inundando el mundo de la nueva forma de vivir, efectivamente; en estos aparatos electrónicos, aparecen buenas frases de escritores, filósofos y maestros espirituales (esto no se niega), pero realmente somos una sociedad que no valoramos, no sabemos meditar, no sabemos asimilar en una reflexión, esas buenas palabras que se pierden; y quedan impregnadas en simples y buenas intenciones.
La lectura de libros es otra cosa. Es convivir con el silencio, es platicar con tu interior, es cultura y despertar de consciencia. Un libro nos lleva de paseo en la barca de nuestra propia imaginación por diversos paisajes; distintos pueblos, por grandes ciudades y diversas regiones culturales. Esto es por medio de una buena lectura de textos literarios; ya sea novelas, ensayos, crónicas o poesía.
