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El pecado original

"La tentación de Adán" de Tintoretto
Foto(s): Cortesía
Lorena Jiménez Salomón

Cronista:  Antonio Ávila-Galán

Dice Octavio Paz, que “la inspiración, la otra voz, la otredad son, en su esencia la temporalidad manando, manifestándose sin cesar. Inspiración, otredad, libertad y temporalidad son trascendencia”. Pero son trascendencia, movimiento del ser ¿hacia qué?, hacia nosotros mismos. Cuando el poeta francés Boudelaire sostiene que “la más alta y filosófica de nuestras facultades es la imaginación”, seguro afirma una verdad, y es que a través de la imaginación el lenguaje, nuestro lenguaje toma forma, porque este por naturaleza, es diálogo. El lenguaje es social y siempre implica dos: el que habla y el que oye. El lenguaje es el de todos los días, el que nos viste ante los demás lo que somos: somos un mundo, el interior y exterior que  nos moldea, nosotros somos y nada más, las palabras que hablamos nos forman, éstas vienen a hacer el lenguaje y llegan de la imaginación misma.

La pregunta sería, cómo vamos a ser amorosos, si nos hacen perder la identidad original: espíritu primero, luz del alba, siempre luz, que cruza como saeta mundos incontenibles de experiencia del ser uno mismo para todo; un entorno que nos rodea, pero ante todo, llegamos de un interior para parafrasearnos con el exterior.

Veamos al niño, el niño que al llegar a su infancia luego luego es él, ser imaginable inasible, él es único, tiene su mundo propio, no le interesa nada del exterior, es inocencia, un ser amoroso de cálidos sueños, que advierte y divierte sus gestos sin pedir nada a cambio, el niño, es él y nada más, nosotros los mayores ya pasada esa etapa, ya en la ensoñación de un exterior malsano y malévolo, descompuesto y descentrado de la inocencia original, somos los únicos desamorosos culpables que destruimos ese ser-humildad del niño, su imaginación vuela como un ave buscando su nido en el interior, mira el exterior, cierra sus ojos, hace gesto de sonrisa, nosotros ignorantes, piedras del terrible sueño, no le entendemos, lo ignoramos, nos ignoramos a nosotros mismos al ignorarlos a ellos, pero nos sonríen como tierno animal que se arrima a seguir su propia huella, libertad propia que es un océano de agua que inunda de sueños su luminosa imaginación. 

El niño de ser un ser inocente y amable cordero, empieza a construir su propio mundo, forma castillos en el aire, habla con seres que el sólo es capaz de mirar y juega con ellos, está cubierto del oro precioso de la humildad, por eso es sabedor de lo que sucede en su interior, pero nosotros groseros endebles dándonos golpes de pecho a media mañana, o sangrando santidad a media tarde, o santiguándonos con liviandades a meda noche, lo empezamos a manchar, poco a poco y llegamos a inutilizar su imaginación primea, que es la magia espiritual con la que todo ser humano llega al mundo.

El niño ya empieza a gatear por los rincones del adulto y escucha maldades, desencantos, gritos, insultos, y mira a los grandes, a sus mayores sonreír, con un gesto nada natural, nada original como él lo ha venido haciendo y gateando en el espacio y el tiempo, el pecado original del niño, que es imitar a los grandes, porque lo obligan; es el primer pecado y el único, por eso el niño, de ostentar grandes riquezas imaginativas, de ser un pequeño gran artista, que pinta, crea un poema, hace una canción, sonríe con su magia al mundo, de ser todo esto y aquello, cae en desgracia, y se le da la bienvenida al mundo atroz y desvencijado de los mayores, la sociedad le da la bienvenida y pronto será uno más de nosotros, no aprendiendo a soñar despierto, no siendo rico en inocencia, ya no siendo el gran actor de la verdad, sólo eso, la liviandad del ser, en la otredad de las caras, la otra voz, inspiración, otredad, libertad que ya no existe, se fue al sumidero de la ingrata indiferencia, la otra trascendencia, el sentido de los contrarios se ha perdido, el ser-niño a ser adolescente, le hizo daño, ahí se formó para siempre, para lo que será siempre: como te moldearon de niño, así serás toda la vida; eres fiel retrato a como te hicieron; tu pecado original, niño, fue haber aprendido de los grandes, pero qué se va a hacer, así es nuestro mundo.