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Erno Rubik, creador del Cubo más famoso del mundo

Erno Rubik, de oficio arquitecto, pero con un paso por la escultura en la Academia de Bellas Artes de Budapest, creó el Cubo que lleva su nombre en 1974.
Foto(s): Cortesía
Redacción

 

CIUDAD DE MÉXICO.- Para entretenerlo durante un trayecto de tren entre Budapest y el Lago Balatón, donde solían pasar los veranos, sus padres le regalaron al pequeño Erno Rubik, entonces de unos 5 años, un puzzle hoy muy popular, consistente en una cajita plana con una cuadrícula 4 por 4 con 15 casillas numeradas del 1 al 15 y una libre, de modo que este espacio permitía deslizar las piezas una a una, reordenándolas.

Pasar del caos inicial al orden y de regreso, incluso jugar con múltiples posibilidades y permutaciones, le resultaba cualquier cosa.

"Si mis padres esperaban que esto me mantuviese ocupado durante las pocas horas del viaje en tren, debí decepcionarlos", escribe, más de 70 años después.

Siempre hábil con el juego y los números, también recuerda cuando en el colegio se sentaba frente al ajedrez, pero lo que más disfrutaba no era la partida contra el contrincante, sino resolver el llamado "problema del caballo", que consistía en mover el caballo por todas las casillas, sin repetir ninguna, hasta volver a su punto de inicio.

-¿Qué otro destino podría tener el joven Rubik, hijo de un experto en aeronáutica y una mujer sensible a las artes?

-Todos, o quizá sólo uno: entregarse al mundo de las soluciones matemáticas desde el juego e inventar, por ejemplo, el cubo que lleva su nombre: Rubik, con quien una de cada siete personas en el mundo ha jugado: más de mil millones de infantes, jóvenes y adultos rompiéndose la cabeza. Una hazaña que bien valía la pena contar.

El libro

En el libro "Rubik, La increíble historia del cubo que cambió nuestra manera de aprender y jugar", traído al mercado en español por Blackie Books, su creador habla de aquel invento de 1974 que le arrebató, prácticamente, el apellido.

"El libro, espero, proporcione una nueva perspectiva a la gloriosa historia del Cubo, en la cual jugué un papel importante, pero nunca he sido su protagonista. Son casi 50 años desde que nació mi Cubo y, afortunadamente, no hay señales de cansancio alguno. Actores secundarios, como yo, van y vienen, pero el Cubo permanece firmemente en el centro del escenario. ¡Y lo disfruta!", confiesa el inventor húngaro en entrevista por escrito.

-¿Qué se siente vivir con una celebridad?

-No es fácil, como para los padres de un niño prodigio: las estrellas están en el escenario, ante el cegador torrente de luz, con el público. A lo sumo soy un embajador de mi famosa creación.

Rubik nació en Budapest el 13 de julio de 1944, pocos días después del desembarco de Normandía, el Día D. Antes de ello, Hungría, como aliada de la Alemania nazi, sólo había experimentado la guerra a distancia.

"Pero para cuando nací, la lucha entre las potencias del Eje y los aliados ya había llegado en serio a Hungría. Los alemanes entraron en el país el 19 de marzo de 1944 y cuatro meses después comenzaron los bombardeos aéreos sobre Budapest", escribe en el libro.

Nacido con estrella

Cuenta que fue parido en el sótano de un hospital que hacía a veces de refugio antiaéreo, y se convertiría en uno de los pocos bebés sobrevivientes de aquellos días. "Primera señal de que había nacido con estrella".

Su padre -Erno Rubik, como él- también tenía la suya, y supo prosperar en los años de la posguerra y montó un pequeña fábrica de planeadores. Siempre obsesionado en crear el planeador perfecto, patentó 30 prototipos, y a principios de los 70 concibió el R-26 Gobé, su modelo más famoso, hecho en aluminio, ligero y rápido, que se convirtió en un avión de entrenamiento básico en Hungría y que exportó a Cuba, Austria y el Reino Unido. "Cuando murió, le dieron su nombre a una calle y al aeropuerto de Esztergom", cuenta el hijo.

En el trabajo del padre, el niño vería rompecabezas.

"Quizá me inspirara verlo trabajar en sus planes, o puede que yo sólo fuera un niño curioso, pero desde pequeño en Budapest me sentí atraído por los rompecabezas y me pasaba horas sumergido en sus desafíos. Una de mis aficiones favoritas era diseñar estrategias para hallar soluciones nuevas y más eficientes".

Los rompecabezas, asegura, sacan cualidades importantes en las personas que los juegan: concentración y curiosidad, pero, sobre todo, el afán por descubrir soluciones.

Por el contrario, su madre, profesora, era una mujer más cercana a las artes que a las ciencias, sensible a la literatura.

Entre la ciencia y el arte

Usted creció entre la ciencia y el arte, así que quizá podría considerarse que El Cubo viene de esa fusión: una pieza escultórica accionada por las matemáticas.

-¿Podría ser entendida como una escultura interactiva?

-El Cubo y la persona que lo sostiene, lo gira, lo tuerce... juntos forman un todo. En ese sentido, ahí sí, se puede concebir como una escultura interactiva. Pero también es un juguete, una herramienta de enseñanza, una metáfora y la encapsulación de un concepto. Parte de su magia es que rompe con las categorizaciones simples.

-¿Qué reacción espera usted de un niño o un joven que interactúa con el Cubo?

-Curiosidad e inmersión en la resolución lúdica de problemas.

-Jugar ha sido esencial en su vida. ¿Continúa jugando?

-Por supuesto.

-¿Cuál es su opinión sobre los videos en las redes sociales de personas que dan consejos para resolver El Cubo? ¿Muere la magia?

-No lo creo, la magia del descubrimiento sin fin permanecerá para siempre con nosotros. Siempre puedes optar por tomar un atajo, pero, a cambio, tienes que renunciar a ser parte de un logro. Un avión te llevará mucho más rápido a tu destino, pero no esperes ver gran parte de la belleza del camino por el que viajas.