A los 79 años murió uno de los íconos de La Máquina; el ex futbolista fue parte de la época más ganadora del club en los años 70. | NVI Cuenca Pasar al contenido principal
x

A los 79 años murió uno de los íconos de La Máquina; el ex futbolista fue parte de la época más ganadora del club en los años 70.

el ex futbolista fue parte de la época más ganadora del club en los años 70
Foto(s): Cortesía
Lorena Jiménez Salomón

El cruzazulismo está de luto. Hoy se confirmó el deceso de Héctor Pulido, uno de los jugadores que más lustre le dieron al club y que fue parte fundamental de la mejor época de la Máquina. Aunque no surgió de las fuerzas básicas de Cruz Azul, a don Héctor Pulido siempre se le identificó como un celeste de cepa. Llegó cuando el equipo estaba en Segunda División, logrando el ascenso en la temporada de 1964; después fue pieza clave en la media cancha celeste, conquistando los títulos de 1968-69, México 70, 1971-72, 1972-73 y 1973-74.

Por su gran despliegue físico se le llegó a conocer como El Ocho Pulmones. Después de retirarse como futbolista, Héctor Pulido tuvo su oportunidad en el banquillo de La Máquina, disputando la final que se perdió ante Chivas en la temporada 1986-87; después estuvo varios años al frente de las Fuerzas Básicas.

Su última aparición pública fue en la final del Apertura 2018 entre Cruz Azul y América, cuando fue invitado por el club celeste para llevar el trofeo de campeón. LA LEYENDA DE LA MÁQUINA En 1962 el joven Héctor Pulido, originario del pueblo de Numarán, Michoacán, fue reclutado por Cruz Azul para unirse a sus filas.

En ese año La Máquina aún no existía como tal, el equipo estaba en construcción en la Segunda División y el pueblo donde estaba asentada la Cooperativa aún era conocido como Jasso.

“Yo estaba en La Piedad, jugamos una vez con Cruz Azul un partido amistoso y desde ahí me vieron, luego el señor Jorge Marik me buscó para platicar y me invitó a ir a Cruz Azul; me dijo ‘tranquilo, cuando termine el campeonato yo vengo para acá a buscarte’, allá a mi pueblo, en Numarán, y sí fue.

Yo, la verdad, casi no le creí cuando hablamos, pero sí me lo hizo efectivo el señor”, relató don Héctor en la última entrevista concedida a La Afición en agosto de 2020. 

Este fue uno de los fichajes más importantes que Cruz Azul ha hecho en su historia. Aquel joven de 20 años dejó a la Piedad para mudarse a Jasso, Hidalgo. Dos años después de su llegada, el 19 de enero de 1964, el equipo logró el anhelado ascenso a Primera División al golear al Zamora por 7-1, combinado con la caída del Poza Rica ante el Orizaba.

“Estábamos en la cancha, cuando empezó a repiquetear la campana de la iglesia y sonó el silbato de la cementera, sabíamos que lo habíamos logrado, fue una gran emoción”, recordó.

De ahí empezó la época dorada de Cruz Azul. Cinco años después llegó el primer título de Liga y Jasso se convirtió en Ciudad Cooperativa Cruz Azul. Luego llegaron más campeonatos y la mudanza inevitable a la Ciudad de México para jugar en el estadio Azteca. Ahí se surgió La Máquina, un equipo que se hizo grande en tan poco tiempo.

EL OCHO PULMONES De niño le decían el Chácharas. Al pequeño Héctor se le podía ver en las calles del pueblo de Numarán vendiendo diferentes objetos para sacar el sustento diario; sin embargo, ya como futbolista este apodo quedó en el olvido para darle paso al del Ocho Pulmones.

“A mí me decían el Chácharas porque desde chico yo vendía muchas cosas en la calle, buscábamos cualquier cosa que se pudiera vender, así me decían en el pueblo, pero me cambiaron el apodo en Cruz Azul.

Ahí me empezaron a decir así (el Ocho Pulmones) porque corría mucho, subía y bajaba, yo jugaba en la media cancha, pero para mí no había puesto definido, donde me decían yo me ponía, el deseo de jugar y de triunfar era lo que me motivaba. Tenía que agradecer la oportunidad con mi mayor entrega”. 

La historia ha ubicado a Héctor Pulido como el segundo jugador más ganador de Cruz Azul. En su carrera acumuló 12 títulos, solo uno menos que Fernando Bustos. Sí, aquel joven desconocido que en 1962 salió de su natal Numarán para trasladarse a Jasso, nunca imaginó que ahí encontraría su verdadero hogar. “Gracias a Dios con Cruz Azul marcamos una época imborrable”, platicaba don Héctor, quien hoy ha dejado una huella imborrable en la historia de La Máquina. Hoy el cruzazulismo lamenta su sensible fallecimiento.