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Roberto Colorado, a 84 años

Roberto Colorado Espejo, comisariado ejidal de Tuxtepec.
Foto(s): Cortesía
Antonio Ávila Galán

Fue por el acuyo

en un lugar llamado el recuerdo.

El tres de febrero de cada año, es histórico para el ejido de Tuxtepec, que vive recuerdos desesperanzados que han servido de motivación para proseguir la lucha en la preservación de la tierra, para su reparto equitativo y estar al cuidado siempre que el pueblo de entonces, con toda su historia de caciquismo –retrato de siempre–, se haya convertido en lo que ahora es Tuxtepec, una ciudad preponderante y próspera.

El tres de febrero es histórico, pues es en esa fecha del año 1939, cuando fue asesinado el Comisariado Ejidal de aquel entonces Roberto Colorado Espejo, el segundo en importancia de aquel tiempo como autoridad ejidal era Ángel Grajales Ortiz, quien también por proseguir la lucha agraria en un bien colectivo, fue asesinado el 17 de noviembre de 1943, el tercero fue Manuel Carrera Núñez muerto el 17 de junio de 1948. Posteriormente hubo otros desmanes de esa índole, en tal forma que el caciquismo de aquellos años en Tuxtepec según cuentan viejos ejidatarios, desmembró prácticamente el gremio campesino que por miedo a ser perseguidos y morir, abandonaron la noble causa, pues testimonian que la ambición por las fértiles tierras estaba en su apogeo.

La trayectoria del ejido de Tuxtepec, data en forma oficial desde el 8 de septiembre de 1923, cuando se hizo el primer escrito al gobierno del estado para que fuera posible la acreditación de tierras en forma legal, para el grupo de ejidatarios de aquellos años. Se turnó el caso al departamento agrario el 6 de octubre, y se publicó en el periódico oficial del gobierno del Estado en septiembre de 1927.

El primer comité agrario del ejido estuvo integrado por Higinio Figueroa, Juan Palacios y Mariano Agustín; quedando resuelto el documento oficial a fines del año 1934 y ejecutado en el año de 1935. Grandes extensiones de tierras de cultivo son las que estaban en juego; tierras de humedad, tierras para ejecutarlas en progresivas cosechas, que ya estaban resueltas en su mayoría, quedando pendientes las tierras de El flamenco y El castillo.

Por esos años es cuando a Tuxtepec, llegaban gentes de muchos lugares del estado vecino de Veracruz, sobretodo porque en esos tiempos no había tanto pesar en pensar en el límite de los estados, no se trataba de prejuiciar en que éstas son tierras de una entidad y éstas son de otra entidad; sólo se trataba de una región, la región del Papaloapan, única y salvable para la convivencia y el trabajo. Fue en esta forma, que entre los tantos visitantes llegados a nuestro pueblo arribó Roberto Colorado Espejo, quien se sabe provenía del estado de Veracruz, originario de Tlacotepec de Mejía, situado rumbo a Paso de Oveja. Llegó solo, siempre vivió solo según la plática de ejidatarios y es lo único que se supo, a sabiendas cierta de que además fue desde el principio de su estancia; un gran luchador social, que enarboló fuertemente la bandera de Emiliano Zapata, “Tierra y libertad para todos”.

En el mes de junio de 1938 se inició el deslinde del terreno que ocupaba el astillero situado en el barrio abajo, esto fue resultado de la lucha de Roberto Colorado y sus antecesores, se hizo con un decidido apoyo solidario del ejido de San Bartolo, pero fue el 6 de julio que los trabajos emprendidos un poco antes, se suspendieron por la intervención del ejército mexicano, que por órdenes del gobernador del Estado Coronel y Licenciado Don Constantino Chapital, se ejecutaba tal enmienda a cargo del coronel Antonio Cano, quien fungió como el jefe del sector militar en Tuxtepec. Los campesinos tuxtepecanos se manifestaron abiertamente, en el sentido de tomar el acuerdo en asamblea general, con el alboroto y sorpresa de la población quien estaba a la expectativa de lo que pudiera pasar, ya que el acuerdo fue de que los trabajos de deslinde se proseguirían, no importando que hubiera hechos de sangre, ya que de suceder esto, le echarían la culpa directamente al gobernador del Estado. Eso fue la marca principal en el destino de los ejidatarios de este pueblo de aquel entonces, que delineó un mal presagio, porque causó el enojo de los terratenientes, quienes manifestaban en murmullos y rumores que la decisión de los ejidatarios era imperdonable.

Todo fue una sobresaliente historia donde destacaron luchadores y mártires, cuya etapa inicia con el acuerdo y orden del general Lázaro Cárdenas, que otorgó a los campesinos el decreto para que trabajaran la tierra en su beneficio. Para ello la valiente situación de hechos tuvieron ante este problema, el apoyo decidido de la federación local de trabajadores al frente de la cual estaban Félix Ortiz, Manuel Oseguera, Esteban Domínguez, Aurelio Rangel, Pedro Palacios y Rosendo Reyes; siendo los abogados que hacían gestión permanente en la ciudad de Oaxaca, ante los tribunales agrarios; como fueron los licenciados Antonio Acevedo Gutiérrez, Ignacio Mancilla Vega y Carlos R. Balleza. En esta forma fue el 3 de febrero de 1939 que es asesinado Roberto Colorado Espejo, rumbo al Acuyo, en un lugar llamado El Recuerdo, así lo dicen con tristeza los viejos agraristas tuxtepecanos, un valeroso hombre que luchó siempre por una noble causa, con la esperanza en el corazón y mejores sueños para la comunidad.

Anualmente en la fecha conmemorativa, un grupo de ejidatarios recorre las calles de Tuxtepec, partiendo de la casa ejidal que lleva el nombre del mártir, situada en la avenida Carranza, para llevar al lugar de los hecho una ofrenda floral, hasta hace unos años partían del ejido a El recuerdo a pie en un largo desfile, ahora los pocos que van lo hacen en camionetas por el peligro de tanto tráfico, así lo manifiesta el  excomisariado Ejidal Marcelo Ambrosio Vargas, quien comenta “Aquí en El recuerdo calló acribillado nuestro líder vitalicio, Roberto Colorado Espejo, un joven que llegó un día del pueblo de Tlacotepec de Mejía, cerca de Paso de Oveja Veracruz, sin familia llegó y sin familia según se sabe terminó sus días, muriendo por la lucha de un buen recuerdo, cayendo acribillado en El recuerdo, allá rumbo al Acuyo”.