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El bautizo de la leche

Historias del Papaloapan
Foto(s): Cortesía
Antonio Ávila Galán

II

“Llegó el lechero/vendiendo leche/a cómo el litro/a uno veinte”.

Atrás de la tienda se extendía un amplio patio, ahí llegaban las bestias de traslado; los caballos de Palmilla, El Cedral y San Bartolo. Los rancheros, como les llamaba la gente, los dejaban ahí estacionados y se iban a pie a realizar algunas compras al centro. Desde luego el estacionamiento era gratis para el vehículo de cuatro patas, una vez que los dueños de las bestias hacían sus compras de mandado en el centro, al regresar pasaban a la “sala de convivencia” a echarse unas frías, aquí se vendían diferentes marcas de cerveza: Corona, Victoria, Carta Blanca o Piernuda¬ como le llamaban¬; Quijote, Colosal, Superior y XX Lager. Quien también llegaba a guardar su bestia al lugar era el gallego don Nicolás González del rancho Palmilla, quien tenía unas hijas muy guapas y frondosas, él llegaba al pueblo a entregar leche y a comprar mercancía de abarrotes en El Pollito. Otros lecheros se reunían todos los días temprano a la ocho de la mañana y ahí bautizaban la leche; el bautizo consistía en echarle agua al producto. Los que hacían esta trampa eran Eustorgio Criollo Pata de Fogón, Los Benjamines, Lino Hernández don Lino, el viejón Víctor Sosa, un señor güero, alto, que se imponía el cabrón. Aproximadamente cerca de una hora demoraba el proceso de las aguas bautismales obtenidas de la llave casera, porque el agua potable de Tuxtepec en ese tiempo, tenía la fama de ser un agua limpia y clara.

Hubo una vez ‒como inician los cuentos‒, una señora que reclamó a un lechero (del cual no mencionamos el nombre), que en la leche al hervirla saltaba en ella, como en el río, una pepesca, a lo que el lechero contestó de inmediato, ‒¿Qué quería usted señora, que por un peso veinte centavos que cuesta el litro de leche, trajera un robalo?‒ .Con el tiempo se supo que lo que hacían en el patio de El Pollito era la confirmación de la leche, pues el bautizo lo llevaban a cabo a la pasada del río y como decía Luchichí: ‒¡futa pa' cabrón!‒. En la época había una canción que decía: “llegó el lechero/vendiendo leche/a cómo el litro/a uno veinte”. Esta se escuchaba en las estaciones de radio XEUH y XEXP radio Tuxtepec. Fueron muy conocidos los lecheros en esa época; pues andaban todo el pueblo entregando leche a lomo de caballo o mula, y era clásico llevarse de relajo con estos personajes, sobre todo las damas; de allí salió hasta un decir con el tiempo: ‒Este chamaco no se parece nada a su padre‒ y la misma mujer contestaba ‒¡ay!, es que de seguro ha de ser hijo del lechero!‒.

Por La Esperanza, al otro lado del Paso Real, bajaban otros lecheros que hacían la entrega por el barrio de La Piragua, también había una lechería con don Pedro Bravo, en la esquina de Hidalgo e Independencia, donde actualmente está una gasolinera. Los lecheros pasaban el río en la lancha de Paso Armadillo; uno de los lancheros era Fermín Fentánez Minche, quien tenía dos hijas jóvenes muy guapas que estudiaban en el colegio de las monjas –este colegio actualmente se ubica en el mismo lugar en la Avenida 5 de Mayo–; se vale decir que en aquel tiempo, cuando una muchacha estudiaba en ese colegio, es que tenían “modo” o dinero para darse esos lujos. Con el tiempo don Minche se fue a vivir con su familia a la Ciudad de México y se le quedó el negocio de las lanchas a su hermano Panuncio, Pano Fentánez, papá de la hoy señora Lidia y de su hermano Tiki, este joven flaco y espigado tenía una característica muy especial, que siempre se andaba riendo, además era beisbolista y jugaba en un equipo con otros muchachos como Chimino Parra, Moisés Hernández El kuli, El güero Cuevas, Vicente Rangel lagartija, Dima Domínguez y Pano Rojas, por mencionar a algunos.

La anécdota es que una vez pusieron de manager en un juego para dirigir el equipo al “Tiki”; pues esa tarde jugaban Los Cardenales del Barrio Abajo contra un equipo de El Castillo, y la seña que les dio Tiki fue la siguiente: ‒Yo me paro en tercera base y cada vez que me ría va a ser un toque de bola, y cabrón que no haga caso lo saco del juego‒. Por lógica el juego ese día se perdió, pues puro toque de bola se volvieron Los Cardenales del Barrio Abajo.