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Jalapa de Díaz, la espera de los difuntos

Jalapa de Díaz
Foto(s): Cortesía
Redacción

La fiesta de Todos Santos o Días de Muertos entre los mazatecos de Jalapa de Díaz, pone de manifiesto diversos aspectos de su cultura; se prepara casi con un año de anticipación, desde el momento en que se desmonta el altar, ya que las ramas de las diferentes plantas que se ocuparon, se siembran en el patio de la casa, en las cercas vivas que circundan.

A principios del mes de octubre se limpian los caminos que conducen a las comunidades, así como el cementerio y los sepulcros, para que luzcan limpios durante la celebración.

El 18 de octubre, día de San Lucas, se cortan los plátanos para que lleguen a madurarse al día 1 de noviembre, fecha en que el altar deberá estar listo con la ofrenda; por esas fechas también se consiguen los palos de todos santos o amarillos, para armar la estructura del altar.

El 24 de octubre, día de San Rafael, se lleva el nixtamal al molino para elaborar los totopos, y un día después se corta la yuca especialmente para los tamales, platillo tradicional entre los mazatecos.

Del día 25 en adelante, hasta el 31 de octubre, se visitan los compadres de sacramento, llevando totopos, gallinas, naranjas, yuca, camote, y en reciprocidad reciben panes de muerto, velas, azúcar y productos que se utilizan par elaborar los guisos que pondrán como ofrenda en el altar.

El día 28 de octubre se elabora un altar chiquito para los niños pequeños que murieron sin ser bautizados, al igual que quienes tuvieron una muerte violenta o por accidente. Este altar se quita cuando se arma el altar mayor que se construye el día 30 por la tarde, algunos acostumbran a hacerlo el día 31 por la mañana, generalmente el jefe de familia o los hijos mayores arman la estructura, y entre todos lo adornan.

Todo el día y noche del 1 y 2 de noviembre se escuchará el repique de las campanas de manera continua.

Para algunas personas, el día 1 es cuando más se siente el ambiente de Todos Santos y se vive con mayor intensidad; por la noche se acostumbra a poner velas encendidas frente a la casa que da a la calle, porque la creencia dice “que las almas de los difuntos llegan y necesitan luz y para quienes murieron sin esta, piden que se les ilumine su camino”.

Las velas no deben apagarse durante los días de la celebración, porque las almas necesitan luz para comer; de la misma manera, la puerta principal de la casa deberá permanecer abierta día y noche, para que las almas de los difuntos puedan entrar y disfrutar de las ofrendas colocadas en el altar.

Entre los mazatecos se acostumbra a no ir al campo a trabajar durante estos días “quien lo hace se atiene a las consecuencias de exponerse a peligros y accidentes por la falta de respeto a los muertos”.

El altar se construye sobre una mesa o enrejado de varas de aproximadamente un metro de largo; a la mesa se fijan cuatro postes de dos a tres metros de altura amarrados a cada pata y en la parte superior se unen los extremos con otros cuatro palos hasta formar un cubo, estos son amarrados con majagua o pita de ixtle. En estos se colocan las hojas de cola de gallo, pinta y roja, se cuelgan plátanos, flores de cempasúchil, pan, manojos de naranjas.

Se coloca un petate o sábana blanca en el fondo del altar en la que se recarga alguna imagen religiosa y las fotografías de los difuntos para quienes se edificó el altar.

De ahí se derivan dos o tres escalones y en ellos se va colocando veladoras, pan, naranjas, tamales de siete cueros, cabeza de tigre, de yuca, de cebollín y de mole y otros platillos tradicionales como memelas de frijol, mole con arroz; y bebidas como agua, café, aguardiente, chocolate, totopos con y sin sal, y desde luego el pan de muerto con o sin yema de huevo.

Texto tomado de: Días de Muertos entre Chinantecos, Mazatecos, Mixes y Zapotecos. Editado por la Unidad Regional de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas de Tuxtepec.