La Barca | NVI Cuenca Pasar al contenido principal
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La Barca

Iglesia de Tuxtepec
Foto(s): Cortesía
Antonio Ávila Galán

Primera parte

Tres cuarenta y cinco de la tarde del día jueves tres de marzo de 2016. De pronto se escuchó un estruendo por todo el vecindario. La iglesia frente al parque central se inundaba de polvo y asombro, se escuchó cómo se venía desgarrando algo del espacio, comentan las personas que viven por el área: “Pensamos en un temblor, pero de inmediato se nos vino a la memoria la iglesia, porque sabíamos que estaban colando la loza”. El señor Fernando Zaleta en ese momento exclamó: –Es la iglesia– y salió corriendo, pues esta se ubica a escasos cien metros de su casa, su hermano Miguel lo siguió; el Chamaco Roy un músico de antaño, se saltó la barda de su casa que está a un lado de la iglesia; los policías de guardia del palacio municipal se trasladaron al lugar de los hechos; los periodistas al unísono invadieron el lugar para tomar la foto y la nota del día. Enseguida se empezó a congregar mucha gente del pueblo, se reunía a un solo compás. Llegaban de todas partes; hombres adultos y jóvenes cargaban palas, machetes, carretillas, picos y gran voluntad de ayudar. 

Los tres sacerdotes de la iglesia estaban al frente del acontecimiento, los padres Alejandro, Juan y Clemente. Al padre Alejandro unos instantes antes le tocó estar arriba en el colado al pendiente de los trabajos, acababa de bajar a su almuerzo, fue que de pronto todo el espacio se inundó de estruendo, se deshojó el tiempo por unos instantes, la tarde de pronto se volvió oscuridad de conciencia, colapso interior en cada uno de los testigos. Treinta trabajadores albañiles, protagonizaron el derrumbe del manto enorme de la mezcla de la magna obra. En pocos momentos una multitud de seres estaban inmersos en la tarea de ayudar, esculcar, escarbar, quitar escombros, curar heridos: mujeres adultas y jóvenes, hombres maduros y personas de la tercera edad hacían la loable tarea. Al mismo tiempo se atestó toda la manzana de vehículos de la Cruz Roja, carros de bomberos, camionetas oficiales, vehículos del ejército, mucha ayuda de inmediato llegó a Tuxtepec desde pueblos vecinos como Cosamaloapan, Tierra Blanca, Tres Valles, el puerto de Veracruz, Otatitlán y Loma Bonita. La empresa Cervecera organizó la ayuda con su personal, al igual que la industria Bio Papel –antes Fábrica de Papel Tuxtepec–, también tiendas como Chedraui, Sam's, Bodega Aurrerá y comercios más pequeños.

Las señoras Esperanza e Inés –vecinas del lugar–, expresan: “Pertenecemos muchas mujeres al movimiento de renovación católica del espíritu santo; el movimiento es de casi un centenar de personas, pero en ese instante no se vio en sí ninguna diferencia, todo era hermandad del pueblo y la región del Papaloapan, de diferentes congregaciones cristianas llegaron a socorrer, y se hizo una sola iglesia”. La solidaridad, la hermandad y la fraternidad, inundó viento en popa el lugar eclesiástico de los tuxtepecanos. ¿Qué había sucedido? La Barca, la que sería la nueva catedral del pueblo, se vino abajo en su último colado en el altar mayor, donde en pocos días se comenzarían a oficiar misas. El saldo fue de cuatro muertos; familiares de humildes trabajadores recibieron un golpe inesperado: doloroso como un lamentable suceso.

Lupita Cisneros también del Barrio Abajo, comenta que escuchó el estruendo seco como que caía algo del cielo, supuso que venía todo de la iglesia. Corrió de inmediato, escuchó gritos desaforados, –Cayó el colado de la iglesia, se los llevó el carajo a los pobres trabajadores–, en ese momento volaron los pájaros, alzaron su aleteo por todos lados sobre los árboles. –Yo pegué la carrera–, dice Lupita. Los policías de guardia del palacio iban abriéndose paso entre la gente que ya se amontonaba, vio en que forma emergieron albañiles como ratoncitos llenos de blanco, se acercó a ayudar, estaban llenos de mezcla, llenos de sangre, caminaban como zombis, con la mirada fija perdida en el espacio a su alrededor, los vecinos no alcanzaban a explicarse nada de lo acontecido, no creían lo que en ese momento percibían y vivían. –Siento impotencia de llorar por la tragedia–; así exclama un señor que estaba de voluntario con una pala ayudando, quiero tener fuerzas para auxiliar a todos. Había mucha madera amontonada, tablas de triplay, clavos enormes que sobresalían y sobre los cuales unos trabajadores cayeron.

Un muchacho larguirucho con una playera azul, gritaba desesperado: –¡Randy, Randy, dónde estás contéstame por favor!–. Buscaba entre los escombros y exclamó: –Es que Randy cuando empezó todo a caer, me empujó y me agarré a una barda, y él estiró la mano hacia su papá que estaba en el colado, y se fueron los dos para abajo, ya no le dio tiempo de salvarlo ni salvarse él–. Después se supo que de los cuatro difuntos, dos fueron ellos; Randy y su papá. Se escuchó el comentario que encontraron sus cadáveres tomados de la mano. Randy es un héroe anónimo, humilde muchacho que entregó su corazón a la vida de otro y su vida se fue al lado de su padre. Queda la esposa y madre de ellos sola y desamparada al lado de su otro hijo. Dice Miguel, el Chamaco Roy: –Yo me salté la barda de la casa para auxiliar y ser testigo de lo que acontecía, al mucho rato de estar escarbando mezcla casi endurecida, ya no sentía dolor en mi cuerpo de lo que cargaba, pues me cayó en la maniobra una tabla roca en la cabeza con otros objetos, pero estaba impávido y somnoliento por la impresión del cuadro a mi alrededor–.

Mediante las redes sociales la comunicación fue rápida y la noticia fatídica de lo que pasaba en Tuxtepec, se conoció a nivel nacional e internacional. En pocas horas los medios impresos y la televisión del país comentaban lo lamentable del caso. Afuera del recinto, se escuchaban los murmullos, los rezos, las oraciones, llantos desesperados de familiares de los accidentados y comentarios nostálgicos de lamentos se oían aisladamente.