El Cristo negro del Santuario | NVI Cuenca Pasar al contenido principal
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El Cristo negro del Santuario

Santuario
Foto(s): Cortesía
Antonio Ávila Galán

El tres de mayo de cada año 

 pueblos oaxaqueños, veracruzanos, poblanos

 y chiapanecos; se hermanan en Otatitlán

para venerar al cristo negro. 

De chamaco miraba cómo se formaba una romería de chinantecos y mazatecos por las calles principales; venían de paso rumbo al Santuario, pernoctaban en Tuxtepec para seguir su camino hacia Otatitlán, pasando por San Bartolo. Procedían de varios lugares: Usila, Jalapa de Díaz, Valle Nacional, Huautla de Jiménez y comunidades de la Sierra Juárez. La procesión de esos visitantes por la población duraba varios días; generalmente andaban desde sus lugares de origen por los caminos angostos hasta llegar a Tuxtepec, como una penitencia que ellos se imponían. En el pueblo descansaban sólo unas horas, siempre en conjunto, bien organizados compraban su ración de alimentos que generalmente consistía en bolillos con queso, chile en vinagre y una gaseosa roja que fabricaba don Carlos Llarena; se sentaban en las bancas del parque Juárez para repartirse el alimento, platicando en dialecto las cosas del día. Yo lo comento porque lo viví, los admiraba desde mi tarea diaria de chamaco ocioso del Barrio Abajo, percibí esa enorme devoción de chinantecos y mazatecos, para viajar desde su lugar de origen ubicado en la sierra y venerar cada año al Cristo Negro de Otatitlán, Veracruz.

A finales del siglo XVI llegaron al puerto de la Villa Rica de la Veracruz, procedente de Santander España tres imágenes de cristos negros, las realizaron a petición de Felipe II, las cuales fueron destinadas a Chalma, Esquipulas en Guatemala y Otatitlán, Veracruz. Esto sucedió como parte de la campaña evangelizadora de la Nueva España.

Dice la leyenda de la aparición del cristo; con la particularidad que este es de color negro; fue en el año de 1596 en Puctlancingo, población indígena del Estado de Oaxaca, situada en las márgenes del río Tonto; una mañana del tres de mayo, les tocó vivir al matrimonio formado por Toribia Juana y Rafael Manuel, quienes en un amanecer cuando los rayos del sol daban la bienvenida al nuevo día, encontraron envarada la imagen de un Cristo Negro al pie de un imponente árbol. Fueron los pueblos mazatecos los que lo recibieron y rescataron de las aguas y lo arroparon en su seno, haciéndole la fiesta de las buenas nuevas. Al poco tiempo una peste cayó en la comarca, invadiendo a las poblaciones donde veneraban al nuevo residente. Desde su llegada había caído el mal, principalmente en el pueblo que lo recibió, fue entonces que por acuerdo y temor los pobladores decidieron construir una balsa y amarrando sobre ella la imagen del cristo, la echaron en las aguas del Papaloapan; mas no estuvo solo en su viaje inesperado, pues el matrimonio de Toribia Juana y Rafael Manuel, lo siguieron en su recorrido y después de muchas horas de viaje, la figura a la deriva se orilló quedando enredado en unos árboles de tamarindo del pueblo de Otatitlán, es así que esta comunidad rescató y recibió al cristo viajero, de las aguas del Papaloapan.

Otatitlán es conocido en la región como el Santuario, allí se venera al Cristo Negro. Pueblo ribereño de la Cuenca del Papaloapan en la llanura del Sotavento; ubicado en los límites con el estado de Oaxaca, hermanado en todos los aspectos con la ciudad de Tuxtepec por la cercanía entre ambos pueblos. Las comunidades ribereñas de la Cuenca del Papaloapan; río de las mariposas, siempre se buscan, se entrelazan en la cordialidad desmedida; su gente es alegre, festiva y amigable, con la picardía jarocha a flor de piel, saben llorar juntos, sus tragedias como la inundación de 1944, y también festejan sus alegrías. Pueblos que al son de la jarana y el requinto; cantan, bailan, hacen vibrar la tarima y al ritmo de sus sones, aquí en el Santuario le hacen fiesta cada año al Cristo Negro, hacedor de múltiples milagros, curador de tantas dolencias. Desde el primero de mayo empiezan los festejos de complacencia religiosa, donde cientos de peregrinos en grupos, a pie, en bicicletas o en autobuses arriban a Otatitlán; precedentes de distintos puntos de la República Mexicana.

El santuareño por su parte, hace la fiesta como suya y se encarga del recibimiento de todos los fieles que llegan y se diseminan por la población; particularmente los chontales, comunidad indígena que viene cada año de los estados de Veracruz, Puebla y Oaxaca, hacen su arribo desde el 28 de abril acompañado con el sonido de la tambora y el pueblo entero lo celebra dándoles la bienvenida con entusiasmo; los invitan a comer, les prestan algún espacio para que descansen del viaje, los hacen su familia esos días que dura la visita, quienes desde lejos vienen a recibir la bendición del Cristo Negro de Otatitlán, bautizado con respeto y cariño como el Santuario.